No es la mejor película de Raoul Walsh, sin duda, pero con tan corto guión y utilizando una vez más la naturaleza como protagonista aprovechando los bellos parajes canadienses y su duro clima con sus valles y montañas nevados, nos regala esta historia de espionaje donde los nazis, una vez más, son los protagonistas malos que intenta acabar con el mundo civilizado, y el héroe, en la persona de Errol Flynn, corre en su defensa. Nada como un australiano salvando a los canadienses desde un punto de vista norteamericano, aunque sea con una sóla óptica.

Historia muy bien contada, como casi todo lo que caía en la cámara de Walsh, aunque el tono propagandístico atufe a distancia, aunque aprovechando la coyuntura de que Canadá, junto a Inglaterra, fueron las naciones que automáticamente le declararon la guerra a la Alemania nazi tras su invasión de Polonia.

Algo de reivindicativo, como casi siempre más allá de la proclama militarista, en relación a la explotación de los pueblos indígenas y autóctonos de las regiones y países donde llegó el magnífico director que fue Raoul Walsh, al que yo reivindico especialmente en prácticamente toda su obra.

Notable, 7.