Al cine comercial últimamente le ha dado por ir de peluquería (aunque antes solía cuidar más sus entradas; en casa del pelquero… tijeras a palos) y nos quiere peinar. Nos quiere peinar, eso sí, los pelos de culo para dentro. No sé si será por gusto o por absoluta dejadez pero acabé viendo una gran película ‘enculadora’ como “Zohan: Licencia para peinar”. Sin secador a mano aunque dentro de una bañera conmigo dentro me hubiera podido salvar de las acometidas dolorosamente penetrantes y vejatorias.

Arranca a lo bestia pero acaba… anunciando un móvil con bluetooth y a lo Romeo y Julieta del extremo oriente. La cosa esta tan mal que los 90 millones de dólares de presupuesto hay que pagarlos de alguna manera: ¿efectos especiales?, ¿exteriores reales en países árabes? ¿la nómina de Adam Sandler?
“Zohan: Licencia para peinar” es una película de coñas (y coños con pito). De pililas y culos, de tetas y chochetes del inserso. Yo, desde luego, me he reído con sus subidas de tono, que las tiene y muchas. Y es que cuando a uno le peinan los pelos del culo puede que al principio duela como si matasen a tu familia a machetazos oxidados y sin afilar y te desmembrasen vivo y a pellizquitos con una cinta de VHS de Manolo Escobar… pero al final uno no siente nada.

Lo mejor: La aparición de Mariah Carey aunque en una cinta enculadora como ésta se me escapa algo… Y, por supuesto, la enésima cita sobre Mel Gibson: «De todos modos, usted es un hombre rico que sabe. Puedo decir que no me gusta la mayoría de gente rica, pero usted lo consigue. Usted y Mel Gibson.»