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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
4
Drama Historia del legendario jugador negro de béisbol Jackie Robinson (Chadwick Boseman), que rompió las barreras raciales al ser contratado por el presidente (Harrison Ford) de los Dodgers de Brooklyn. La participación de Robinson en la gran liga de béisbol puso fin a la segregación racial en este deporte. Tuvo que soportar toda clase de humillaciones, pero su talento y actitud lo convirtieron en un héroe. Con los Dodgers consiguió 6 ... [+]
22 de diciembre de 2013
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con críticas favorables y con un público entregado al asunto, tanto en opinión como en taquilla, el biopic de Jackie Robinson trata de ser tan inspirador como complementar el temido porcentaje de producciones sobre los derechos sociales de los afroamericanos. Incluso trata en cierta medida de tomar el relevo de “Moneyball” en la épica deportiva con olor a estatuilla. Pero si en la cinta de Bennett Miller, con libreto y adaptación de Aaron Sorkin y Steven Zaillian, el discurso se desviaba cual pelota de ese campo habitual y trillado llamado «película de deportes emotiva, emocionante y sentimental», Brian Helgeland decide sumergirse en el servilismo académico y cinematográfico con la notable variación de que los triunfos de Robinson no eran sólo dentro del campo sino sobre esas furiosas gradas repletas de odio e insultos hacia su persona por el color de su piel. Que lo más fuertes son aquellos capaces de sobrevivir al mayor de los infiernos es evidente y el discurso de “42” se ciñe a la personalidad del héroe que, sin ser el mejor jugador de Las Ligas Negras del béisbol disponía del suficiente temperamento para sobreponerse a ese fuerte odio visceral que quería desintegrarlo y despojarle incluso de su alma; reducirlo a ser un simio y animal y que dejara de ser un ser humano ante la inhumanidad que lo increpaba. Haber sido evidentemente un oficial del ejército sometido a una corte marcial por negarse a ir en la parte trasera de un autobús le convertía en el hombre perfecto con 26 años para frenar la intolerancia de una nación que alardeaba de haber vencido a los nazis siendo ellos mismos partícipes de una ideología similar en plena práctica desde las primeras generaciones fundadoras del país.

Tal vez sea el motivo por el que Helgeland haya focalizado la narración a ese periodista deportivo de color que ejerce de ‘boswell’, acompañante, publicista e incluso chófer del héroe. El escudero será el narrador en segundo plano de la historia y nos dirigirá a esa generación del 45 del país que volvió vencedor de una guerra y que liberó a Europa de la Alemania nazi y al mundo del imperio Japonés. La democracia en el deporte con el símil de las estadísticas pudiera valer como estandarte de la libertad… que no practicaba el país de la doble moral con el racismo y la segregación que proponía la ley de Jim Crow, que marcaba todavía más las distancias entre los descendientes de los esclavos y sus antiguos amos. La complicidad entre Robinson y Rickey es clave para la evolución de la historia y las tramas de “42” son tan evidentes como su discurso cursi, edulcorado y melodramáticamente funcional. Al igual que ocurría con “The Blind Side (Un sueño posible)”, el tufo a telefilm inflado de sobremesa no hay que se lo quite, por mucha aroma de Oscar que contenga el asunto sobre el azúcar de la leyenda. Hemos pasado de la violencia, venganza y el ojo por ojo tarantinista de “Django Unchained” como medida de liberación a la pasividad y rectitud de “El mayordomo” y “42”. Repitamos la palabra «inspiradora» unas cuatrocientas millones de veces antes de respirar fuertemente y soltar tanto a Brian Helgeland y Lee Daniels que Steve McQueen les ha ganado la partida una producción inglesa llamada “12 años de esclavitud”.
Maldito Bastardo
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