Sería una película importante si fuese pionera.

Coge un material potente: la historia de un magnate sin escrúpulos, la de una actriz en declive, la de un joven soñador (que prefiere el amor al dinero, la felicidad a la fama; como inversión de valores no está nada mal). Trata de hacer con ello una metáfora: él se llama Chance (Oportunidad) y ella Heavenly (Celestial).

Pero con ese material, aún realizando un impecable trabajo cinematográfico, construye una metáfora que se queda a medias. Tendría su mérito si fuese pionera, pero la historia de un magnate sin escrúpulos ya la contó mejor Welles, en Ciudadano Kane. La de una actriz en declive Wilder, en El crepúsculo de los dioses. Y la historia fallida del sueño americano Minelli, en Como un torrente. Por poner unos ejemplos.

Y al final no ves a Chance si no a Paul Newman, que no transmite precisamente la imagen de un perdedor.