Es una familia de granjeros sordomudos donde la única que puede hablar, Paula, una chica de 16 años, descubre su talento para el canto. Para su padre, su madre y su hermano, ese talento es inútil porque jamás podrán oírla. Pero la película no se detiene mucho en esa paradoja sino que toca un montón de temas. Paula descubre su primer amor, el señor Belier se presenta a alcalde, y toda la familia debe enfrentarse a un terremoto emocional: la posible emancipación de Paula.

El cine francés es bastante eficaz. Es una película cuyo argumento es difícil de resolver pero que funciona bien en la pantalla. Emociona, hace reír y te toca en un par de ocasiones. ¿Para qué le vas a pedir más? Si la miras dos veces o le haces la autopsia le encuentras “peros”. Lo que pasa es que la balanza se decanta hacia lo positivo. No es una película muy previsible -salvo quizás el final-. La comicidad de François Damiens, el personaje más caricaturesco de la historia, hace que el padre funcione. Y eso que es un personaje que puede sacarte de la historia porque tiene otro tono al de su hija, la protagonista, que está retratada con mucho naturalismo. Sin embargo, los padres rozan el esperpento. Pero la película se mueve muy bien en ese equilibrio entre la comedia desmadrada y el drama emotivo. Y en esa lucha entre el gag y la emoción el espectador sale ganando con una muy aceptable película.