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España España · Oviedo
Voto de Gould:
10
Drama. Romance Suecia, siglo XVII. Durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) muere, en la batalla de Lutzen, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Hereda el trono su hija Cristina, que desde la infancia se entrega en cuerpo y alma a los problemas de estado, lo que la lleva a renunciar al matrimonio con el principe Carlos Gustavo, héroe nacional y el pretendiente preferido por todos. Sin embargo, Cristina se enamora profundamente de Don Antonio, ... [+]
14 de agosto de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida por el genial Irving Thalberg pero con el control total de Greta Garbo -fue ella quien eligió a Rouben Mamoulian como director- la película narra el reinado de Cristina de Suecia, desde la muerte de su padre Gustavo Adolfo hasta su abdicación en 1654 a los 28 años, centrándose fundamentalmente en su amor por Don Antonio, embajador de la corte del rey Felipe IV, y en las dificultades para separar los asuntos personales de los asuntos de estado. Relato en parte histórico y en parte ficcional, alegato ligeramente feminista con toques de lesbianismo bastante explícitos -la relación con la condesa Ebba-, refleja muy bien las preocupaciones políticas e intelectuales de la reina y su choque frente a la razón de estado. Narración soberbia, basada en un guion brillante –con la colaboración para los diálogos del reputado dramaturgo Samuel Behrman- con una gran factura técnica y estética y con un enorme sentido artístico, en parte gracias a la depurada fotografía de William H. Daniels–qué magníficos primeros planos de la actriz-, la película está llena de elegantes sugerencias y detalles inteligentes con algunas escenas para la historia del cine: toda la escena del dormitorio con el embajador español hasta la mañana siguiente cuando acaricia las paredes y observa todos los objetos tratando de “memorizar la habitación” en la que ha pasado su primera noche de verdadero amor -“perdóname por ser una reina”-, la escena de la soledad de Cristina tras la marcha de Don Antonio o la tensa escena de la abdicación, por no hablar del mítico plano final. Greta Garbo, en la cumbre de su carrera, está excepcional, con una expresividad conmovedora que tanto debía al cine mudo –sin que ello sea menoscabo alguno- en uno de los mejores papeles de su carrera, trasunto de su propia vida y totalmente identificada con el mismo, junto a un chispeante Gilbert Rowland que, pese a las enormes e insalvables dificultades, incomprensibles hoy en día, que tuvo para pasar al cine sonoro, está magnífico –por cierto, otra elección de la actriz por encima de Lawrence Olivier al que consiguió apartar del reparto-. A más de 80 años desde su estreno sigue siendo una incuestionable obra maestra.
Gould
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