Javier Bardem. Toda esa chachara de libertad, vivir el momento, bla,bla bla… es un sinvergüenza y un follador. Como tantos otros. Pero fijate, es pintor (ooohhhhh), bohemio además (OHHHHHHHH!!!) y tiene éxito y dinero. Y eso le hace más interesante, más sexy y mejor persona a los ojos de las dos pedorras americanas. Un concepto vacío, estúpido y hueco, como la misma película.

Pénelope Cruz. Que pasional y que dramática. Encima es artista también (oooooohhhhhhhh). Que persona más interesante y cojonuda. Para mí, además de ser una neurótica de mucho cuidado, cada vez que no consigue lo quiere de los demás, les arma un pollo de la hostia y les hace la vida imposible. Una persona horrible, vamos (por no decir una z**** egoísta).

Rebecca Hall. Al principio se hace la borde y la estrecha y luego a la minina se cepilla al Bardem (que no sabe nada, el tio). Pero claro, ella no pone los cuernos vilmente y por la espalda, ella tiene un secreto misterioso, cuando lo único que has hecho es tirarte a un tío detrás de un seto. Además, se acaba casando con el pobre gilipollas (cornudo) al que no quiere sólo por que le conviene, y te recita poesía para justificarse. Que hija de puta.

Se salva la Johansson, pero por ingenua, no por menos estúpida. La empanada mental que transmite la actriz encaja en la empanada vital de su personaje. No se entera de nada. El cacho en que se lamenta de no ser artista lo resume todo. Un quiero y no puedo y un quiero ser guay. Una pobre idiota más.

Al final, cada uno a su casa. Que ha pasado? nada, una gran nada. Un film vacío, hueco como las vidas de las protagonistas y su concepto del amor, pura pose. Nunca conocerán el sabor de lo auténtico y nunca entenderán lo que dijo el gran Robert Crumb, que solo hay una gran verdad, y es que somos todos unos mierdas.