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Voto de Néstor Juez:
7
Drama. Comedia Una célebre periodista, que hace malabarismos con su ocupada carrera y su vida personal, sufre un vuelco en su vida debido a un extraño accidente automovilístico.
17 de mayo de 2022
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan dúctil, heterogéneo e inaprensible es el panorama de exhibición audiovisual contemporáneo, que un estreno de relevancia artística puede pasar absolutamente desapercibido si la crítica y periodistas bajan la guardia. Las plataformas de streaming absorben en sus inabarcables librerías muchas películas y entre ellas hay algunas que, sin promoción alguna, quedan enterradas en el olvido. Es por ello que es casi una obligación periodística por nuestra parte indicar a nuestros lectores que ya pueden disfrutar en Movistar + del último trabajo del apasionante realizador francés Bruno Dumont: France, protagonizada por Lea Seydoux y presentada en la Sección Oficial del Festival de Cannes de 2021.

Una propuesta sumamente singular que ha sido recibida mayormente desde la indiferencia y el rechazo. Una vez desentrañada, su desconcertante naturaleza ha conllevado que no haya sido interpretada como se merece. Se ha divagado mucho sobre sus debilidades como sátira de los medios de comunicación, cuando en realidad el filme es ante todo un despiadado y desplegado relato del vacío emocional y la contradicción intrínseca, aderezado de humor negro, ente fondo y apariencia que sufre la sociedad francesa, representado a través de una presentadora de televisión a la que Dumont filma con extrema coherencia formal.

Aún si la trayectoria catódica y cinematográfica del galo ha mostrado una rica heterogeneidad, su último lustro ha virado de manera clara hacia registros cómicos donde también podemos incluir France. En un nivel superficial, la película se presenta como una absurda y grotesca burla de la hipocresía oportunista del periodismo francés contemporáneo, dónde el conflicto de toda noticia se banaliza y despoja de sentido al atravesar procedimientos de dramatización sensacionalista. Una sátira que extenúa hasta el extremo todas sus situaciones y deja a la vista todas las mezquindades que busca desnudar, lo que ha conllevado que gran parte de la crítica la denoste por la evidencia de su parodia, o que considere que agota su propuesta demasiado pronto. Sin embargo, este es sólo uno de sus objetivos.

Toda sensación reconfortante u hilarante que ofrece una comedia al uso está lejos de las sensaciones emocionales que Dumont procura provocar a la audiencia. Es una película incómoda y corrosiva, que busca perturbarnos tanto como lo está una atormentada France. La naturaleza burda de las fachadas múltiples que personajes y estructuras empresariales presentan en la película debe quedar plenamente expuesta, pues no hay misericordia ni pleitesía con ninguno de sus trapos sucios. El martirio que deben atravesar sus despreciables personajes es dilatado, y el espectador no recibe tampoco confort alguno en su seguimiento más allá de algunas carcajadas cómplices con el realizador galo. De alguna manera lo presentado actúa de reflejo, y durante un metraje sin duda dilatado el equipo creativo de la película procura que no apartemos la mirada, y que reconozcamos en aquello que hacemos de menos nuestras propias miserias.

Cada película de Dumont se construye sobre un aparato formal muy recapacitado pero a su vez siempre difícil de decodificar. Tras los primeros compases del metraje es fácil sentir un rechazo esteta ante el acabado visual de la narración, la cual presenta una apariencia falsa. Los personajes se encuadran iluminados por agresivos focos frontales en contextos espaciales en los que estos no tienen sentido, y los fondos de muchos encuadres son grabaciones superpuestas, aparentes imágenes de trasfondo insertadas por chroma. Pero esta estética es una decisión formal plena de sentido para un filme de fachadas, de representaciones artificiales, de apariencias lustrosas de credibilidad insostenible. Al fin y al cabo, tanto lo que sucede en la grabación del noticiario que presenta France cómo el resto de la sociedad francesa es un gigantesco plató de televisión. Y por ello, debe lucir como tal. Toda la ficción presenta esta naturaleza de afectada mentira, y no se rompe su apariencia ni tan siquiera en los momentos más íntimas. Dumont se compromete con sus propuestas formales hasta las últimas consecuencias, y aún cuando sus largos metrajes y tempos sosegados puedan conllevar el hartazgo de la audiencia, su concepción del cine se entiende desde la necesidad de encomendarse a estas experiencias visuales y sensoriales hasta el agotamiento mismo de la tesis. Experiencias construidas siempre desde el prisma de lo personal.

Porque como sucedía con Camille Claudel o con Juana de Arco, entramos a este mundo de ficción desde la mirada, sensaciones y vivencias de la ambiciosa periodista France de Meurs, interpretada con entrega, fragilidad y frondosidad por Lea Seydoux. Un personaje en continua cercanía con el abismo, que se desploma haciendo malabarismos entre su persona y su personaje, y que encarna y traslada a lo personal sus vicisitudes laborales como carne de la noticia, como avatar de los relatos de su trayectoria profesional. Y como con todo icono que se precie, un proceso fundamental de su proceso de esculpido popular se establece desde su relación con la cámara. Por lo tanto, Dumont propone el aspecto más atractivo del largometraje: la intensa, conflictiva y poliédrica relación de France de Meurs con las cámaras, tanto con la de la propia película como con las de su realidad. Se plantea un intenso diálogo de miradas entre la faz de la actriz y la lente en ineludibles primeros planos que se cierran con zoom ins, que recogen todos los matices de un rictus que no tiene rubor en descomponerse. Planos sostenidos durante varios segundos que pesan como losas, en los que una angustiada France, que lucha por mostrarse ante Francia como una entidad poderosa, no tiene dónde esconderse.

Bruno Dumont es un cineasta arriesgado que prueba nuevas vías en cada proyecto. Por eso mismo, una France tan crispada y extenuante como lírica, sensible y lúcida, bien merece una oportunidad.
Néstor Juez
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