Durante los años 80, el realizador pionero Gil de Kermadec filmó los partidos de John McEnroe en Roland Garros para utilizarlos en películas didácticas sobre el movimiento y las bases de la práctica tenística. El extenso metraje sobrante de aquellas películas didácticas ha sido recuperado en un documental didáctico sobre la semántica de la imagen y en como se puede utilizar la estampa del tenis en una obra que orbita alrededor de la faceta artística de la captura del movimiento de un tenista en la que el tenis es lo menos importante. Un ensayo fílmico de voz en off y archivo en gran estado, con imágenes de naturaleza añeja en la que McEnroe parece enfrentarse a sí mismo. Y por esta naturaleza minimalista pero curiosa y inquieta nace una obra que destaca por las preguntas que plantea y por su capacidad de evidenciar las posibilidades que nos da la naturaleza de los diferentes metrajes y formatos para hacer documentales diferentes, allí donde el género se acomoda tan habitualmente en fórmulas consabidas y que aprovechan muy poco la potencia de la propia imagen. Planos sueltos e ingredientes reducidos para probar que las imágenes tienen aún más significado si las abstraemos de su contexto primigenio. Cómo siempre hemos sospechado, pocos deportes más cinematográficos que el tenis, y no hay mejores realizadores de este cine deportivo que los propios tenistas, que marcan el tempo del ecosistema del partido. McEnroe es la prueba de ella, un obseso e hipersensible perfeccionista que no toleraba que aquellos que le rodeaban no rindiesen con el mismo nivel de exigencia que él se auto-imponía.

La naturaleza de sus materiales de archivo y elementos de narración conlleva que 94 minutos resulte un metraje extenso para el tipo de propuesta. Una vez se explica el experimento es inevitable sentir una constante sensación de reiteración. Porque si el documental empezó como un estudio del movimiento en el cine, termina recreándose en el seguimiento de la carrera deportiva de McEnroe, en recrear el desarrollo de la final de Roland Garros de 1984 y en el disfrute de aficionado de la misma. Lo cual no conlleva per se en una caída de calidad de la producción a nivel técnico, pero sí una simplificación de su tesis.

Ingeniosa, elegante y reflexiva, Buscando la perfección es un ensayo que no se aleja plenamente del placer contemplativo del tenis pero que muestra el vasto poder significante de las imágenes y el movimiento de un tenista.