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España España · Ferrol
Voto de Sahar:
8
Drama Suecia, mediados del siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas, el caballero sueco Antonius Blovk y su leal escudero regresan de Tierra Santa. Blovk es un hombre atormentado y lleno de dudas. En el camino se encuentra con la Muerte que lo reclama. Entonces él le propone jugar una partida de ajedrez, con la esperanza de obtener de Ella respuestas a las grandes cuestiones de la vida: la ... [+]
27 de julio de 2007
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película de enorme ambivalencia filosófico-religiosa: quien quiera verla como una alabanza de la religiosidad tradicional, así la verá; y quien quiera ver en ella una visión desesperanzadora y atea también puede hacerlo.

Magnífico el personaje del caballeroso Max Von Sydow: creo que muchos nos identificamos con esas ansias de “conocer” aquello que se nos escapa (Dios), y no simplemente “creer” en ello a ciegas.
Ya el primer plano (un cielo encapotado en el que el sol parece pugnar por salir) nos transporta a esta lucha entre la luz (el saber) y la oscuridad (el desconocer).
En este sentido, la película sentencia que estamos condenados a vivir “Entre tinieblas”, sin poder conocer ni percibir jamás lo que hay más allá de nuestro mísero mundo… ¡si es que hay algo! Porque la película nos muestra las dos posibilidades (esta última, la descreída, representada por el recio y pragmático escudero)

Me identifico mucho, repito, con Von Sydow: son afortunados los que creen (tienen ese consuelo ante su mortalidad), y también los que no creen ni necesitan creer (tienen el valor de asumir la nada). Pero, ¿y los que queremos/necesitamos creer y no podemos?
No podemos primeramente porque no hay nada “tangible” que nos lleve a ello. Pero tampoco ayuda un mundo real que, por lo podrido que está, difícilmente puede inducir a creer en un Dios benéfico.

Lo mejor y más absorbente es la desigual lucha dialéctica, con ajedrez de por medio, entre el protagonista y la Muerte. Este “tronco central” tiene tal fuerza, que inevitablemente deja a la película (para mí) un tanto descompensada: todo lo demás (escenas costumbristas en tabernas y teatrillos medievales) aparece a mis ojos como “desinflado” y menor, en comparación con la subyugante y enorme carga dramática y filosófica de la trama principal.

Pero supongo que eso forma parte de la ambivalencia que sustenta el film; siempre oscilante entre lo divino y lo terreno, entre lo solemne y lo ligero, entre lo descorazonador y lo optimista.

Y como me quiero quedar con lo bueno, aparcando la parte “perra”, me quedo con esa maravillosa escena en la que el atribulado Von Sydow deja a un lado sus tormentos espirituales por no comprender los misterios divinos, y se abandona al tranquilo placer de la grata compañía de esos tiernos comediantes, y al sabor de las deliciosas “Fresas salvajes” que éstos le ofrecen.

“No te comas el tarro con lo que no depende de ti, y disfruta de este mundo (que también tiene cosas buenas además de podredumbre)”, es lo que parece querer decirnos Bergman.

En fin, mil cosas más se podrían decir: la divinidad de los coros musicales; lo hipnótico de las imágenes pese a su austeridad; la simbología religiosa; las numerosas antítesis… Es lo bueno y lo malo de Bergman: difícilmente se puede despachar en unas pocas líneas.
Sahar
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