Visualmente es cerrada, claustrofóbica y colorista, recordando esa transición necesaria de sus personajes hacia la liberación. Tras un llamativo punto de partida asistimos a una limpieza de temas para lograr esgrimir la teoría natural de la libertad mental como exigencia para la física. Ayuda a entender cuán difícil puede llegar a ser el conocimiento personal y nuestro entendimiento interior. Pero sin el, se entiende, no podremos buscar el fin último de nuestra existencia: la felicidad. Pero no como concepto de abundancia, si no de llegar a la satisfacción de necesidades. Con pocas tramas llega a ejemplificar la más manida, pero necesaria. Los miedos, sueños rotos, estereotipos y necesidades se exponen de forma liviana pero intensa. La vehemencia es una carta más que se pone en la mesa en la partida de la vida. No es un actor principal, pero sale en cada mano que repartamos. El comodín es la carta más manejada, pero la que más satisfacciones da. Al final entendiendo que las partidas pasadas no deben influir, si no dar conocimiento adquirido, veremos como nuestras vidas se liberan de las cargas.
Ese paso de cerrazón visual con planos cortos hacia unos más amplios hacen que el espectador adquiera junto a los protagonistas la misma libertad, la mental, que es la que de verdad nos hace libres.