Todo lo que acompaña a esta película es cine en estado puro. Su gran baza es la sencillez con la que se cuenta la historia, la descripción de un pueblo antiguo siciliano, que bien podría ser cualquiera de nuestras tierras en su época, en sus gentes y sus pequeñas historias de transfondo, y sobre todo un personaje; Alfredo.

¿Quién no ha conocido alguien a quien le recuerde a Alfredo? Y no me refiero a Vicente del Bosque, que sabemos que se le parece mucho físicamente.

Es un hombre sencillo y sabio a la vez, de esos de los que te alguna vez al menos en la vida tienes la oportunidad de conocer, y muchas veces siendo niño. Y si nunca has tenido la oportunidad de conocer a un “Alfredo”, después de ver la película te dará incluso coraje no haber tenido alguien así a tu lado.

Esta cinta desprende nostalgia en todo momento, y eso la hace aun mas intensa.
Mucha culpa de la mencionada nostalgia o emoción de la película la tiene, una vez mas, el eterno Ennio Morricone, que al igual que en “Érase una vez en America” (cinta que recorre también a la nostalgia, por eso la comparación), ha acompañado con su música, y ha conseguido ensalzar esta gran obra del cine.

Me quedo con la explicación de Alfredo a Toto sobre lo que pasa cuando vuelves a un pueblo después de estar fuera un tiempo, esas sensaciones las he vivido yo en mis propias carnes de alguna manera… y mucha gente.