En esta película Jeffries (Bruce Willis) es un agente del FBI insolente y conflictivo al que le encargan de las escuchas telefónicas. Un buen día le asignan para que investigue el caso de un niño desaparecido, cuyos padres han sido asesinados. Cuando lo encuentra, resulta ser un autista de nueve años que tiene una prodigiosa capacidad para interpretar códigos del gobierno teóricamente indescifrables.

No creo que la película merezca mayores comentarios. El guión hace aguas por doquier: Por ejemplo: ¿Qué hace una Agencia ultrasecreta del gobierno de los EE.UU. colgando claves secretas de mil millones de dólares en una sopa de letras de una popular revista de entretenimiento? ¿Cómo es posible un niño autista tan prodigioso? ¿Cómo es que el Director de la tal Agencia de seguridad nacional sea un psicopatón dispuesto a cualquier cosa para matar a un pobre niño? O sea, la peli se hunde a cada instante.

Parece un film dirigido sin convicción por Harold Becker, interpretada de forma estereotipada por Bruce Willis que hace de Bruce Willis, y el pobre niño ((Miko Hughes) más que de autista parece que hace de la niña del exorcista. Una historia, en fin, que oscila entre la acción y el dramón, sin que destaque ni lo uno ni lo otro. La vi en el cine hace años y la volví a ver anoche en TV, y si me quedé hasta el final, fue por mi fatal manía de no salirme del cine o acabar de ver lo que empiezo. Pero si la ven por ahí, no le hagan mucho caso. Finalmente, como anécdota, en ese año de 1998 fue precisamente Bruce Willis quien recibió el Premio Razzie al peor actor. Ahí queda.