Miguel quedó prematuramente huérfano y sus dos amores fueron la pastelería y Ángela, una niña que vive frente a su casa. Él nunca se atreve a declarar a Ángela su amor y ambos siguen vidas diferentes. Sólo al final del film ambos se encuentran en el amor, pero ya es demasiado tarde.

Se trata de una comedia romántica dramática dirigida con irregular resultado por Juan Luís Iborra, con un guión mediocre y unas interpretaciones que dejan que desear (sólo Charo López y Veronica Forqué nos demuestran que son dos grandes de la interpretación). No obstante, se deja ver y viene muy bien lloriquear un poquito –no mucho- en una cálida noche de verano viéndola en TV. Resulta así, de este modo, una peliculita entrañable pero sin mayores pretensiones. Desde mi modo de ver, esas son las dos características principales de la peli: la sencillez y la ternura. Es decir, que a pesar de sus limitaciones se hace agradable por su ternura y su dulce melancolía.

Estoy seguro que la historia que narra el film ha sido muy común en muchos pueblos de nuestra geografía y en la vida de muchas mujeres y hombres: ese amor que dejamos atrás, anclado en nuestro pueblo, del que siempre nos acordamos y que siempre echamos de menos con añoranza.