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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Bélico. Drama Un grupo de reclutas se prepara en Parris Island, centro de entrenamiento de la marina norteamericana. Están bajo las órdenes del sargento Hartman, duro e implacable, cuya única misión en la vida es endurecer el cuerpo y el alma de los novatos, con el objetivo de que en el futuro puedan defenderse del enemigo. Pero no todos los jóvenes están preparados para soportar sus métodos. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film crudo, muy crudo. Me recuerda en su tonalidad a “Senderos de gloria” de 1957 del mismo Kubrick, otro film antimilitarista y un icono del pacifismo universal en la cinematografía. Aquella relataba la Primera Guerra Mundial en Francia; y la verdad, es muy dramática. Si "Senderos de gloria" era una película ante todo antimilitar, "La chaqueta metálica" nos da una clara doble ración: antimilitarismo y antibelicismo.

Esta cinta toca la intervención de los EE.UU. en Vietnam, y es igualmente trágica y apocalíptica, y vuelve a ser muy crítica con los militares y por supuesto con la guerra. Es un equivalente a otras como “Apocalipse now” de 1979; “La patrulla” de 1978; “El cazador” de 1978, etc.

La obra se divide en dos partes, como ahora comentaré: la instrucción y la realización. La primera retrata el durísimo entrenamiento de los reclutas. La segunda parte, igualmente demoledora, se ocupa de la lucha en el campo de batalla.

Pero como Kubrick es genial, en esta obra hace un estudio de seguimiento (longitudinal) de la “cosa” desde sus inicios en la escuela militar para Marines de Parish Island (una escuela infernal donde se reduce la voluntad individual a su mínima expresión), centro de entrenamiento de la marina norteamericana, donde hace de “pater militari” el sargento Hartmann, hombre implacable, cuyo único objetivo existencial es endurecer el cuerpo y el espíritu de los reclutas; y todo para que puedan defenderse y matar al enemigo. O sea, todo un período este de la instrucción duro, cruel, dramático y de lavado de cerebro de estos pobres chicos antes de ser nombrados marines, hasta su destino en el campo de batalla indochino.

Y luego está la segunda parte, la llegada a Vietnam y al frente. Allí les espera la disyuntiva fácil de dirimir de matar o morir, y con altas probabilidades de morir. A no ser que se tenga suerte y entonces sólo cabe dar gracias por estar vivo “y no tener miedo” como dice el soldado apodado “bufón” al final de la cinta. Y todo ello en otra cultura, otra geografía y otra lengua: gentes y costumbres que esos mozos soldados no entienden y que viven de manera deshumanizada, aprovechando la prostitución barata, matando desde los helicópteros a mujeres y niños (“todo es cuestión de afinar la puntería”). Y, dado que se está en un lugar desconocido, con “amarillos” –como llaman a los vietnamitas-, entonces hay una fuerte componente paranoide, de recelo, de manera que cualquier cosa parece una grave amenaza. Además, Kubrick rueda la película, no en el clásico Vietnam de la jungla, siempre presente otras pelis de lo mismo, sino en una jungla urbana, con apenas unas cuantas palmeras; el resto son edificios de cemento destruidos por doquier. Quien ha visto la peli, sabe que la parte final es el combate de una patrulla contra un supuesto batallón enemigo que ha liquidado al compañero negro (“a los negros siempre les toca la negra”, dice el marine de color cuando le ordenan inspeccionar el terreno antes de ser abatido). Pues bien, en esas escenas hay tiros a millón, medios de destrucción al máximo y un despliegue como para liquidar al más grande ejército. Sin embargo, el enemigo que ha abatido a tres compañeros es una pobre muchacha francotiradora a quien acaban matando con saña y de la peor manera: ¡toda una metáfora del poderío norteamericano versus los escasos medios del Viet Cong y del pueblo llano que defiende su país de la invasión extranjera!

Stanley Kubrick dirige con genial maestría esta película, elevando el grado de angustia al límite, tensionando las escenas al máximo y ofreciendo una visión con toda probabilidad veraz de la barbarie militar y de la guerra, y poniendo el énfasis de que la cuerda siempre se rompe por el lado más frágil: los pobres muchachos, limitados, negros, hispanos, etc., que son los que se alistan voluntarios a esos cuerpos de choque como los marines. La película cuenta con un enorme guión del propio Kubrick junto a Michael Herr y Gustav Hasford basado en la novela de Gustav Hasford: "The Short Timers". La banda sonora de Abigail Mead es excepcional, arrebatadora banda sonora llena de clásicos de los sesenta y setenta; y la fotografía de Douglas Milsome es genial.

El reparto es un elenco de actores sabiamente elegidos que conforman un equipo actoral de primer orden; actores como Matthew Mondine, Vincent D´Onofrío (que realiza un papel espeluznante para el que tuvo que engordar muchísimo), R. Lee Emmey (papel destacado como sargento Hartman) o Adam Baldwin entre otros. Su resultado es un elenco que hace creíble cada escena que interpretan.

Kubrick nos adentra con gran poderío en esta historia llena de tormento y arrebato. Y ofrece una visión descorazonadora e implacable en su reflexión sobre el ser humano, haciendo una feroz defensa contra la enajenación del hombre como soldado y la sinrazón de la guerra. Un film magistral que a poco que se tenga algo de sensibilidad, despierta la conciencia del espectador.

Esta película está considerada una de las cinco mejores películas bélicas (mejor antibélica) de todos los tiempos. Y eso es mucho decir para Kubick, pues su también obra "Senderos de gloria" está igualmente incluida entre esas cinco. La puedes ver una o diez veces, siempre te pone el corazón en vilo y te hace tener un pensamiento, una reflexión, e incluso una buena dosis de sana angustia: ¡a ver si al fin aprendemos algo!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kikivall
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