El Chavo del 8 es una de esas series que acompañan la infancia de la mayoría de los chicos del mundo hispanoparlante. No todos los capítulos exhiben la misma calidad y la mayoría de los argumentos son variaciones multiplicadas hasta el infinito de las situaciones que pueden generarse en una vecindad con personajes delineados con trazo preciso, con problemas de interacción regulares: el pobre Don Ramón, eterno deudor del amenazante señor Barriga, un obeso de traje munido de un portafolio que intenta -siempre en vano- cobrarle la mensualidad, su hija la traviesa Chilindrina, pecosa y con unos prominentes anteojos, doña Florinda, una mujer de pocas pulgas y eternos ruleros, siempre hechizada con el altísimo Profesor Jirafales, también apasionado por ella; su hijo, un mofletudo con una forma muy peculiar de hablar que, con la inocencia y el desparpajo propio de los chicos de escuela desprecia abiertamente a los que no son de su "alcurnia"; una solterona muy anticuada, conocida por los chicos como "la bruja del 71" y, por fin, el alma de la serie, un chico pecoso y muy pobre que vive dentro de un barril: el Chavo, una mezcla de inocencia, torpeza endémica y ternura. La serie, es bastante aceptable, como dije no todos los capítulos -muy numerosos- mantienen el mismo nivel de calidad en el humor pero en conjunto, es bastante recomendable para los chicos; se ha pasado y vuelto a pasar durante añares por la televisión argentina e, incluso, ha inspirado una serie de dibujos animados con los mismos protagonistas y argumento general.