Quinta y última entrega de la saga "Death Wish" protagonizada por Charles Bronson. En este caso dirigida por Allan A. Goldstein.

La historia transcurre en Canadá y se centra en la lucha entre el justiciero Paul Kersey y la peligrosa mafia dirigida por Tommy O'Shea, quien además es el ex-marido de la presente pareja de Paul, Olivia, y padre de la única hija en común -Chelsea-.

Este filme, con una estética fuertemente asemejada a lo que se suele denominar "serie B", está correctamente rodada y ofrece entretenimiento genuino a pura acción, que es realmente lo que busca. Uno de los tipos más duros de la historia del cine, como lo es Charles Bronson, se pone el traje del sufrido arquitecto Paul Kersey por última vez.

Los que nos consideramos fanáticos de esta saga ("El vengador anónimo" es el título en mi país) pensamos erróneamente que pudo haber terminado "mejor". ¿Acaso una saga de acción debe tener un final perfecto, con una película redonda? Para nada. No lo tuvo Dirty Harry, no lo tuvo Rambo, no lo tuvo Terminator ni tampoco Die Hard. Es de una inocencia enternecedora pretender que nuestros queridos héroes del séptimo arte, que los hemos guardado en nuestro recuerdo y afecto desde la infancia o la adolescencia, concluyan las sagas de manera coherente.

En la clásica disyuntiva entre cantidad o calidad, la mayoría nos inclinamos por calidad. ¿Siempre debe ser así? La trilogía de Batman dirigida por Christopher Nolan y protagonizada por Christian Bale contó con, valga la redundancia, tres largometrajes nada más. Brillantes, por cierto. Pero... ¿no nos gustaría ver a Bale una vez más con el traje de Batman? ¿Por qué privarnos de ese placer? ¿Y si la próxima película es mejor que la anterior? ¿Tan infantiles somos que no resistiríamos siquiera el imaginarnos a Bale protagonizando una hipotética película "mala" de Batman?

Para reflexionar, ni más ni menos.