La cándidez y sinceridad de la mirada de los críos, que no saben muy bien por qué están allí, quizá sólo porque su mamá o su madre (para los que ya tienen diez años o más) les dice que hay que ir a la escuela. Para ellos, creo que es una actividad más, como la de jugar en trineo, sólo que ésta no les gusta tanto. Están rodeados de campo, de un mundo rural en el que, desde pequeños, ayudan a sus padres en la labores campestres. Sus familiares, tienen el mismo conocimiento que sus hijos, ya han olvidado casi todo lo que aprendieron en el cole y, para ellos, el maestro es toda una autoridad, es casi como un padre no sólo de sus niños, sino también de ellos. Aunque, el tutor, George López parezca sacado de una pelicula, parezca un actor, es un ser auténtico, de carne y hueso. Me parece increible la labor que lleva a cabo y su forma de hacerlo. Sin duda, sus más de 30 años de experiencia en el cargo le han servido de mucho.
Es impresionante como los niños pueden reflejar sentimientos con su propio rostro, absolutamente súblime.
En fin, una película tierna y enriquecedora, que habla de una situación que, a día de hoy quizá se siga dando en Francia (lo más seguro, hablamos de una peli del 2002) y que, tal vez se dé acá en España también, aunque nadie no lo muestre, a nosotros, a los que vivimos en nuestras grandes ciudades, llena de comodidades.