Poco que decir de la nueva mierdaca de este director tan sobrevalorado, sobre todo en Venecia. Sensación de urgencia, de chapuza, de tener una idea e inflarla y repetirla hasta conseguir llegar a la hora y media y poder completar la película, de incompetencia, de poca inteligencia y mucha cara dura, de improvisación caótica. En fin, typical spanish, very sinvergüenza.

Este Álex fue comparado con el también sobrevalorado (solo en España) Berlanga y sus películas paella, un totum revolutum igual de indigesto, que pretendían, sin conseguirlo, ser el "espejo de la España de su tiempo" y que enmascaraban su falta de ideas y de ingenio y su desconocimiento absoluto de la narración fílmica. Un zoquete que se parecía sospechosamente a los italianos, vamos que los copiaba malamente, y que es un cineasta invisible en el mundo a pesar de haber puesto todos los esfuerzos y medios para intentar promocionarlo, pero siempre fracasaron porque su cine no es representativo de nada "universal". Es, por decirlo de alguna manera, provinciano, unas comedietas para cines de pueblo o de barriada, un poco mejores que las de Ozores, en una tarde (gris) de domingo (que le vamos a hacer si el pobre hombre y su repetitivo guionista, Rafael Azcona, no daban para más) como lo es Álex cada vez más y con menos talento que su predecesor. Un cine con boina, botijo, navaja y embutidos, déjate de palomitas que es para nenazas.

Además es muy vago, pero muy vago e indolente, cada vez más y más, como el movimiento sexual que cantaba el otro. Hay que tener cara para sin tener nada o como mucho una idea, un esbozo, hacer esta tontería y estrenarla con sus dos cojones españoles del toro de Osborne, que sí, que Álex es todo un españolazo. Menuda jeta le echa, cada vez más y más, movimiento sexual.