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Estados Unidos Estados Unidos · New York
Voto de Lucien:
8
Fantástico. Drama Película compuesta de ocho cortometrajes. Son ensoñaciones dispersas, independientes, pero engarzadas entre sí por deseos, angustias y añoranzas. La historia de Yo, desde su infancia hasta su vejez, sirve para mostrar las relaciones del hombre con el mundo, el arte, la espiritualidad, la muerte. Los ocho relatos (extraídos de sueños de Kurosawa) reflejan lo cambios experimentados por Japón a lo largo de un siglo. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2009
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dreams, de Akira Kurosawa, evidencia el giro final de la obra de este gran cineasta hacia la introspección. Sin ser una obra maestra (tal vez por la miopía que todo narcisicismo constituye) se trata de un nuevo ejercicio de maestría técnica. Junto con Madadayo (1992) constituye más que un testamento del director, un diálogo ante el espejo de los sueños, una búsqueda personal de respuestas, una reflexión consigo mismo y sus grandes miedos: el sentido de la vida y del arte en un mundo en descomposición, la necesidad de redención en un mundo culpable. Es desde esta órbita desde la que se deben comprender estas ocho historias aparentemente fragmentarias y que siguen las andanzas de un alter ego en distintas etapas y a través de una linea temporal cronológica (de un pasado intemporal, a un futuro utópico). Un mismo sujeto ("I", interpretado por Akira Terau, a excepción de las dos primeras historias) articula este mundo de sueños, que evidencia otras tantas ideas fijas de Kurosawa. Las dos primeras historias nos hablan de la infancia: son anverso y reverso, son el castigo y el premio. Las dos siguientes se centran en dos figuras que idealizan el camino de la vida: el montañista y el soldado, nuevamente contrapuestos; así a a fidelidad heroica y el compañerismo del primero se narra la cobardía culpable del segundo. Las últimas son cuatro historias, abiertas y cerradas en un mismo bucólico espacio y engarzadas por un viajero que aterriza a diversos mundos y dialoga con diversos personajes (Van Gogh, el funcionario y la madre, el demonio y el anciano). Cada palabra tiene aquí un peso específico, son Virgilios que nacen de la propia conciencia del director. Esto le permite otras tantas reflexiones: sobre el sentido del arte, el peligro atómico y la necesidad de una vuelta al origen natural del hombre. Lástima la debilidad del mensaje que subyace a la poesía de las imágenes. La redención y la lucha por la vida son los dos centros que enmarcan éticamente esta variedad temática.
La culpa, la desobiencia, asoma en buena parte de ellas: así está en la historia Sol Bajo la Lluvia (1), El túnel (4), El monte Fuji en Rojo (6). Los efectos sociales de esa culpa, como en las tragedias griegas, se perfila en El Huerto de Durazno (2), El Monte Fuji... y El demonio que llora (7). La lucha por la vida (la idea de que la vida vale la pena lucharla) también está presente en Sol Bajo la Lluvia, La Ventisca, Monte Fuji y el Pueblo de los Molinos. Hermosas imágenes, morosa celebración de lo ritual y los sentidos, canto a la lluvia y la nieve (presente en tantos filmes del autor japonés: Rashomon, Ikiru...) constituyen este canto celebratorio a sí mismo, pecado de narcisismo que, aun así, encandilará a los admiradores del Emperador Kurosawa.
Lucien
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