Es como si Nora Ephron nos hubiera llevado cincuenta o sesenta años de adelanto: da la sensación de que lo que cuentan sus guiones -un pequeño manual para la vida- fuese encajando en su molde a medida que pasa el tiempo. O, con más exactitud, a medida que a uno le pasa el tiempo. Pues lo que al espectador imberbe le parecía imposible en los noventa, ahora resulta irrefutable, y lo que por entonces pudiera ser exagerado es, bajo el sol de este jueves, ya casi dogmático.
Lo que ocurre es que la Nora Ephron directora no alcanzaba tantas cotas de inspiración como la Nora Ephron guionista, y, así, es como si a veces les apretasen los zapatos a los protagonistas: los diálogos, las inequívocas frases y lo que se proyectaba en la aventajada mente de la neoyorkina, en definitiva, necesitaban a Rob Reiner detrás de las cámaras, y no delante.
Mucho mejor la pareja protagonista que en Tienes un email, por ejemplo, estupenda la estupenda Rita Wilson y no demasiado bien Bill Pullman ni Rosie O´Donnell, cuyas prestaciones en estas tan cordiales películas se postulaban en la mayoría de los casos como algo para olvidar.