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Voto de El Extranjero :
2
5,5
512
Thriller. Intriga. Drama
La vida en la iglesia católica del Santo Redentor, en Detroit, se ve alterada por una serie de crímenes cuyas víctimas son todas sacerdotes y monjas de la parroquia. Todas las víctimas son encontradas con un rosario negro en sus manos. El padre Koesler comienza a colaborar con la policía, pero pronto se encuentra en una encrucijada cuando sospecha que está confesando al asesino. (FILMAFFINITY)
20 de febrero de 2022
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al descubrir la ficha me esperaba algo mínimamente inquietante y bien ambientado, con ese simpático hacer ochentero, pero nada, es una mierda sin paliativos, risible y patética. La lógica que sigue el asesino (SPOILER) para emprender esta penosa carnicería (sigue el repetitivo modus operandi de sorprender a sus víctimas por la espalda con una pistola con silenciador) es de las más obtusas que recuerdo. Toda esta parafernalia religiosa que se trae la peli, rosarios, crucifijos, iglesias, muros, traslúcidos ventanucos con grabados religiosos, vallas, velas, sotanos, sotanas, monjas, curas, cementerios, tumbas, noches... puede dar bastante juego a la hora de acojonar, pero lo que asoma aquí es tan torpe y ridículo que le lleva a uno a pensar que lo hicieron todo aposta, para que se vea así. El uso de los estridentes cantos religiosos pretende asustar, pero están insertados con desacierto, solo logrando aumentar la sensación de bochorno. Llega un momento en el que cada vez que meten un crucifijo en el plano, la risa entra por sí sola.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El asesino violaba a su hija de dieciséis años, y cuando ella fue a confesarlo a una monja, no la creyó y la acusó de inventarse barbaridades. Como respuesta la niña se suicida (si ya hasta Dios me abandona...) al no hallar consuelo, y entonces el padre la toma contra todos los religiosos, transcurridos tres años del fatídico hecho, porque considera a la institución culpable de su suicidio. Cojonudo.
Y la periodista que se enamora del cura Sutherland tras verlo tres veces y compartir unas escenas cargadas que quitan el sentío por la inmensa complicidad que desprenden con solo mirarse, por la palpable química que denota (sobre todo él), cuando la dice por tercera vez que 'puede sentarse', que 'no molesta' y que 'es un buen momento'; debe de ser alguna pauta de cortejo recién inventada; sus encuentros siempre comienzan con ese mágico ritual verbal, por el agudo ingenio y la profundidad de sus conversaciones, cargadas de sueños e intimismo... (ironía off) tras desaparecer a mitad de la película después de que Sutherland respondiera con gesto callado a su declaración de amor, vuelve nada más acabarse el percal. La vemos volver a visitar a su amor platónico y llegan los créditos finales, en el momento más esperado. ¡Es un final abierto con todas las de la ley!
Podría tener un pase si hubiera tirado de detalles de humor ingenioso o sarcasmo como al principio de la peli, cuando el cura, que es además el dueño de la iglesia, ni corto ni perezoso, le coge al difunto compañero de fatigas las gafas en medio del funeral que se estaba celebrando en su honor, se las prueba, y le pregunta a Sutherland cómo le quedan, a lo que este le responde que cree que el fallecido también portaba muelas de oro. Lamentablemente la película no sigue por ese camino y si vuelve a sacar alguna otra sonrisa es únicamente debido a su insondable cutrez.
Y la periodista que se enamora del cura Sutherland tras verlo tres veces y compartir unas escenas cargadas que quitan el sentío por la inmensa complicidad que desprenden con solo mirarse, por la palpable química que denota (sobre todo él), cuando la dice por tercera vez que 'puede sentarse', que 'no molesta' y que 'es un buen momento'; debe de ser alguna pauta de cortejo recién inventada; sus encuentros siempre comienzan con ese mágico ritual verbal, por el agudo ingenio y la profundidad de sus conversaciones, cargadas de sueños e intimismo... (ironía off) tras desaparecer a mitad de la película después de que Sutherland respondiera con gesto callado a su declaración de amor, vuelve nada más acabarse el percal. La vemos volver a visitar a su amor platónico y llegan los créditos finales, en el momento más esperado. ¡Es un final abierto con todas las de la ley!
Podría tener un pase si hubiera tirado de detalles de humor ingenioso o sarcasmo como al principio de la peli, cuando el cura, que es además el dueño de la iglesia, ni corto ni perezoso, le coge al difunto compañero de fatigas las gafas en medio del funeral que se estaba celebrando en su honor, se las prueba, y le pregunta a Sutherland cómo le quedan, a lo que este le responde que cree que el fallecido también portaba muelas de oro. Lamentablemente la película no sigue por ese camino y si vuelve a sacar alguna otra sonrisa es únicamente debido a su insondable cutrez.