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Voto de El Extranjero :
7
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Thriller. Intriga. Drama
Javier Muñoz era un ejecutivo publicitario de éxito pero, tras un año en el paro, él y su familia se ven obligados a dejar el piso que ya no se pueden permitir. Un día, Javier descubre que aún conserva un juego de llaves de su antigua casa, y empieza a espiar a la joven pareja que ahora vive allí. Poco a poco, Javier empezará a infiltrarse en la vida de los nuevos propietarios, decidido a intentar recuperar la vida que ha perdido… a costa de quien sea. [+]
25 de marzo de 2020
98 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un engranaje perfecto. Es admirable la precisión con la que va encajando todo, la previsión casi milimétrica que tiene Gutiérrez de lo que va a suceder y en qué momento. Presenciarlo es muy entretenido, además la caracterización estrella de Gutiérrez es la de tipo profundamente desagradable, amoral e hipócrita, pero que ejerce un poderoso magnetismo, haciendo que el espectador quiera que todo le termine resultando con tal de poder seguir viendo sus alocadas andanzas, siempre en la cuerda floja pero saliendo de alguna forma airoso, resultando apuesto incluso dentro de su abstraída vileza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El contexto también es muy bueno, esa constante insatisfacción que ahoga al ser humano, que no conoce clases sociales y que no le permite cohabitar en armonía siquiera con sus seres queridos. El motivo no tiene por qué ser sólo económico, Casas y la mujer de Gutiérrez son buenos ejemplos de ello, la última se muestra insatisfecha debido al despecho, porque ve que su marido encontró una ocupación, un proyecto, que lo tiene más absorbido que prestarle atención a ella, quién por cierto solo empezó a mostrar interés por él cuando vio que se estaba alejando, cosa que a veces suele suceder.
De por medio, una frontal crítica al mundo laboral, que critica con mordacidad lo absurdo, cruel y poco práctico de su funcionamiento, derivando en el planteamiento que el ascenso social solo resulta posible a través de convertirse en una camaleónica sanguijuela, de trepar por encima del otro y convertir los puntos débiles del prójimo en clavos de su propia tumba, que con otra visión es imposible salir del hoyo de la precariedad.
Se hace una inversión políticamente incorrecta de las prioridades de una vida feliz, resulta que la familia no es lo más importante sino el estatus social. Da a entender que una familia que poder querer siempre se podrá tener, ¿pero qué mejor que formar una con una mujer de entorno acomodado, con la que tendrías facilidades para prosperar tú también, y una niña que es más agraciada que tu hijo y que tú podrás tratar como si fuera tuya? La felicidad ya está ahí y es hermosa, la amoralidad ya solo se deja para el trabajo, e incluso es simpática, son estimulantes juegos de poder entre privilegiados. Las ventanas tienen el diseño que a ti te gusta, pero el agua sigue goteando del grifo, igual que en la vivienda humilde. ¿Un simple recuerdo del pasado, que nunca le termina de abandonar a uno? ¿Una muestra de ironía, sin mayor recorrido que el de la simpática anécdota? ¿O premonición del despertar de la insatisfacción vital, que enseguida hace acto de presencia en aquel que empieza a estar aburrido de la monotonía y que necesita nuevos retos, condena de la mente retorcida y atormentada, que no conoce otro modelo de existencia?
De por medio, una frontal crítica al mundo laboral, que critica con mordacidad lo absurdo, cruel y poco práctico de su funcionamiento, derivando en el planteamiento que el ascenso social solo resulta posible a través de convertirse en una camaleónica sanguijuela, de trepar por encima del otro y convertir los puntos débiles del prójimo en clavos de su propia tumba, que con otra visión es imposible salir del hoyo de la precariedad.
Se hace una inversión políticamente incorrecta de las prioridades de una vida feliz, resulta que la familia no es lo más importante sino el estatus social. Da a entender que una familia que poder querer siempre se podrá tener, ¿pero qué mejor que formar una con una mujer de entorno acomodado, con la que tendrías facilidades para prosperar tú también, y una niña que es más agraciada que tu hijo y que tú podrás tratar como si fuera tuya? La felicidad ya está ahí y es hermosa, la amoralidad ya solo se deja para el trabajo, e incluso es simpática, son estimulantes juegos de poder entre privilegiados. Las ventanas tienen el diseño que a ti te gusta, pero el agua sigue goteando del grifo, igual que en la vivienda humilde. ¿Un simple recuerdo del pasado, que nunca le termina de abandonar a uno? ¿Una muestra de ironía, sin mayor recorrido que el de la simpática anécdota? ¿O premonición del despertar de la insatisfacción vital, que enseguida hace acto de presencia en aquel que empieza a estar aburrido de la monotonía y que necesita nuevos retos, condena de la mente retorcida y atormentada, que no conoce otro modelo de existencia?