Otra historieta sobrevaloradísima de ese genio de las apariencias que es Hitchcock. Veo que muchos admiradores de su obra se ponen quisquillosos con «La sombra de una duda», así que imagino que la pobre película tiene que ser ya algo insoportable.

Si nos fijamos en la sinopsis, la cosa no pinta excesivamente mal. Un señor de nombre Charles Oakley, sospechoso desde el primer minuto, decide marcharse una temporada a la casa de su hermana, que vive muy feliz con su marido y sus tres hijos, para eludir a la policía. Rápidamente y con motivo de una serie de circunstancias que no es plan de que desvele aquí, la sobrina mayor de Charlie irá modificando sus sentimientos hacia su tan idolatrado tío. El final te lo puedes imaginar.

El optimismo dura aproximadamente unos cinco minutos, el tiempo que tarda Hitchcock en meter su maquinaria del absurdo, con la que va destrozando paso a paso un thriller con cero intriga y una flojera argumental apabullante. En una investigación policíaca te puedes creer muchas cosas, pero que un experto criminal se vaya dejando por ahí toda clase de pruebas que le incriminan resulta desesperante; que unos policías sean incapaces de hacerle una puñetera foto a un señor que va por la calle tan pancho, no tiene nombre; y que la trama sea incapaz de ofrecer una explicación coherente sobre el cómo y el por qué sospechan de Charlie y de ese «otro hombre» que andan buscando por el este, es lo peor. En fin, un galimatías.

Sobre los personajes confieso que me daban ganas de estrangular a la hermana de Charlie Oakley, y que la sobrina es una pamplinosa irritante. El propio Charlie es un personaje del que se dice únicamente que tuvo un accidente con la bicicleta siendo niño... y que eso le cambió. Rarito, la verdad. Podría haberse explotado muchísimo más, y en serio, las frustraciones y la doble moral del tío Charlie, pero es evidente que no ocurre. Joseph Cotten, frío y elegante, maravilloso.

Una estupidez divertida, pero estupidez al fin y al cabo.