Toma ya. Nada más y nada menos que un 7,5. Como viene siendo habitual, me quedo sin palabras ante el disparate crítico. Vaya por delante que me he leído todos los libros y he visto todas las películas. ¿Importa? Sinceramente, creo que poco. Cuando una película es buena, el resto es todo minucia. El problema es que la historia de Harry Potter no da para más y el cine de nuestros días tampoco.

Porque, a ver, con el corazón en la mano: ¿de verdad alguien esperaba una obra épica? ¿Alguien esperaba una obra de arte? ¿Alguien esperaba una película donde las interpretaciones sobresalieran, donde las emociones fueran intensas, donde, en definitiva, se creara cine? Si habéis respondido "sí", lo siento por vosotros. Iréis de decepción en decepción.

Encima tuve la mala suerte de ir a la sesión en 3-D. Diez euros contantes y sonantes para ponerme unas gafas de colores que al principio me mareaban y ver a un dragón en relieve. Estupendo. 130 minutos de sobredosis de efectos especiales y acción a la que no le encontraba ni piés ni cabeza, de tan rápida y liosa. Horrible la batalla en el Hogwarts. Se creen que porque pongan más gente volando, más rayos luminosos, más panorámicas y más destrozos artificiales, se transmite mejor el vértigo del peligro, de la muerte y de la lucha. Y a ver quién es el guapo que les convence de lo contrario.

Ni siquiera el filón que supone el personaje de Snape está aprovechado. Sin duda alguna es lo mejor de los libros, pero por desgracia ni los guionistas ni el director se han dado cuenta. Otro motivo más para suspenderla. Y dejemos a un lado la batalla final entre Harry y Voldemort. No he visto un villano más patético en mi vida ni un enfrentamiento más absurdo.

Por ponerle algo positivo... diré que no es del todo aburrida; a poco que hagan, entretiene mínimamente. Además, Alan Rickman y su personaje se merecen toda mi consideración.

Al principio le he puesto un cuatro, pero a medida que escribría la crítica, me daba cuenta de que merecía mejor un tres. Lo siento por los incondicionales. De verdad: ¿qué esperábais?