Cronenberg se adentra en la ciencia ficción pura y dura con esta «La mosca» de 1986. Monstruos en la ciudad y científicos que quieren cambiar el mundo a través de un invento revolucionario. Lo es, Seth tiene toda la razón, y lo que se marca no es solo un farol para ligarse a la chica.

El principio de la cinta es prodigioso a mi parecer y lo cierto es que no recuerdo ningún otro ejemplo de empezar una película en mitad de una conversación, en medio de una pregunta, al inicio de una respuesta en boca de un hombre que no conocemos en un lugar que no sabemos frente a un interlocutor desconocido. Los datos se van dosificando a partir de aquí en un desarrollo progresivo aunque bastante previsible. Un error humano, o animal según se mire, tendrá consecuencias inimaginables para un inventor que verá cómo todo su ser se transforma y trasciende el concepto de humanidad, para desgracia suya y de quienes le rodean. Bajo las apariencias, una historia de amor que termina conmoviendo.

Tiene sus partes asquerosas y sus partes terroríficas, cosa que me gusta, lo admito. Por algún motivo resulta demasiado simple en todo lo que ocurre, ocupando la mayor parte de metraje en la evolución física de Seth, sobre lo que me surge una pregunta: ¿las moscas son así de fuertes y libidinosas?

El conjunto no está mal y te deja buenas sensaciones... Bueno, ya me entiendes.