Nos vamos acercando al final de una saga que nos ha dado pocas alegrías. En esta quinta entrega ocurre lo que no me imaginaba que ocurriría: que empeora lo antes visto, al menos si no tenemos en cuenta la tercera en Japón.

Si creíamos que habíamos visto suficientes idas de olla en «A todo gas», nos daremos cuenta de que siempre se pude «flipar» más. El problema es que la película no queda en absoluto compensada entre ese sentido del espectáculo automovilístico y tuneado social, y la intriga y acción policíacas. Brian O’Conner toma el camino delictivo, como me temía desde la primera película, y encima tiene menos peso que nunca en la trama, lo que es ya desesperante; Vin Diesel parece que cada vez lo hace peor, los personajes viejos no entusiasman ni interesan, Elsa Pataky está solo para ser la futura «chica de», veremos cómo acaba todo; y el atraco a los Soderbergh es una pamplina aburrida por lo falsamente que se cuenta y desarrolla.

Eso sí, las secuencias de riesgo y carretera están increíblemente bien hechas, y eso también hay que reconocerlo. El epílogo apunta ya para la sexta película, de la que no sé ya lo que esperarme. También me alegra saber que reaparece Evita Mendes, a quien solo hace falta ver cómo mueve las caderas subida en unos taconazos para darse cuenta de que esta chica sí es atractiva, no como otras que ostentan el papel principal junto a Paul Walker... Y no diré nombres.

Corre que te pillo.