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España España · Málaga
Voto de Kaori:
4
Bélico. Drama Otoño de 1936. David Carr (Ian Hart), un joven comunista en paro, deja Liverpool para intervenir en la guerra civil española, dentro del bando republicano, e ingresa en la Brigada Internacional del frente de Aragón. Allí conocerá a muchos milicianos procedentes de toda Europa y Estados Unidos, en especial la española Blanca (Rosana Pastor), una atractiva anarquista. David y Blanca están convencidos de luchar por la defensa de la ... [+]
3 de noviembre de 2017
20 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de una «una historia de la guerra» le viene de perlas a «Tierra y libertad»: porque Ken Loach nos cuenta precisamente una historieta, un cuento que no tiene por qué ser cierto, ambientado en la Guerra Civil española, posiblemente la última guerra romántica de la historia.

Lo único positivo de este panfleto es que muestra unos muy interesantes hechos históricos que pueden servirnos como punto de partida para ir a la realidad y a la verdad de lo sucedido. Así, lo más destacable a mi parecer es el reflejo de las luchas internas en el bando republicano entre las distintas facciones revolucionarias y algunos diálogos al respecto, aunque se hubiera agradecido que ahondaran un poco más en la política; por ejemplo, los acontecimientos de mayo del 37 en Barcelona, la acusación de fascistas a las milicias del POUM o las diferencias ideológicas con el Partido Comunista. Con todo, sí tiene cierto contenido didáctico que por supuesto no podemos tomar como la verdad absoluta.

Estábamos en 1995 cuando se hizo «Tierra y libertad». En ese momento era ya difícil creerse que la Unión Soviética había sido un acierto y no una desgracia y que el Partido Comunista fuese valedor de libertades y prosperidad. Ante un fracaso semejante, o reconoces tus errores o mantienes tu posición, y en este caso es evidente que Loach persiste en la mentira de un ideal izquierdista renovado, aunque solo en apariencia, que en 1995 pueda despertar las simpatías y las ilusiones perdidas por la práctica marxista a lo largo de su historia.

Así que ahora resulta que no, que la «verdadera» revolución no se ha hecho nunca, que Stalin «ha traicionado la revolución» y que sí, para qué negarlo, el comunismo conocido no ha sido demasiado bueno porque no ha cumplido con los auténticos principios revolucionarios que, en cambio, sí representan otros grupos como el POUM que Loach reivindica y glorifica. Estos son, según Loach, los verdaderos marxistas, los verdaderos luchadores por la libertad y la justicia, limpios de toda tacha y aupados por el halo romántico de ser víctimas y de ese «no ha podido ser» de la derrota. Lo malo no es que haya cero objetividad; lo malo es la mentira, el ocultamiento, la manipulación con la que se trata de justificar y defender una determinada ideología.

Loach engañará con su propaganda a quien se quiera engañar; a esas buenas personas que creen realmente que si un miliciano mataban a un cura era porque el sacerdote era un pistolero que disparaba desde la iglesia a los revolucionarios y además un chivato que rompía el secreto de confesión y denunciaba para que los matasen a unos jóvenes e inocentes anarquistas que estaban escondidos. Les ha faltado incluir que también era pederasta y ya tenemos el monstruo-cliché completo.

Yo desde luego no soy esa persona.
Kaori
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