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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
6
Drama. Comedia. Intriga Estado de Nueva York, años setenta. Irving Rosenfeld (Christian Bale), un brillante estafador, y su inteligente y seductora compañera Sydney Prosser (Amy Adams) se ven obligados a trabajar para un tempestuoso agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper), que sin querer los arrastra al peligroso mundo de la política y la mafia de Nueva Jersey. (FILMAFFINITY)
25 de junio de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida historia de unos perdedores patéticos que "sobreviven" timando. Relato tragicómico, desequilibrado e irregular pero poderoso y con sustancia.
América como gran mercado corrupto y cazurro; el saqueo y la mentira como valores. Se habla de muchas cosas en un desorden vigoroso y abigarrado, en un tótum revolútum viciado y cachondo: amor verdadero, sinceridad, autoengaño, amistad, infidelidad, matrimonio, paternidad, corrupción, FBI, mafia, New Jersey...; un no parar de temas y situaciones mezclados con alegría y alboroto, avanzando con pasión y poco cerebro, bastardamente, como un inmenso vodevil saturado de estúpidos sin escrúpulos, de pobre gente, de pícaros de medio pelo que se frotan y pelean en una chapuza fabulosa y brillante.
La narración es un gigantesco Macguffin, una hipertrofiada tontería que permite la inspirada exhibición de los actores y el despilfarro formal del director. Soberbio Bale,; asombra disfrutar de su enésima transformación, en estos últimos años le hemos visto de todas las maneras imaginables: delgadísimo, cuadradísimo y gordísimo, todo en uno, varias veces, además de pasar del personaje más contenido o estirado al más majadero o desmadrado, y lo mejor, siempre bien, sin exagerar, con precisión y hondura, con una ligereza profunda tan difícil de conseguir. Amy Adams, estupenda, acertada en su malicia y fragilidad, mil vestidos para un mismo y delicioso escote. Lawrence, gloriosa como femme fatale de andar por casa, de baratillo, como Barbie siniestra y deslumbrante, bello elemento destructor, pérfido y desquiciante. El único pero es el cansino y cargante Cooper (actor limitado y guapete al que sufrimos más de lo debido) en el papel de un tonto perfecto y redomado. O. Russell mezcla con brillantez y desafuero el trasfondo histórico con el juego de pasiones, la historia con la intrahistoria, lo grande y significativo con lo ínfimo y banal, en una apuesta ambiciosa que se le va de las manos claramente, con ritmo trepidante, demasiados de giros de guion forzados y vaivenes absurdos, pero bien, finalmente gozoso en su libertad, en su jolgorio difuso, bizarro y hedonista, con una gran banda sonora que acompaña, exalta y recrea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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