"A ratos bien, pero de continuo mal", dice Botto sobre la vida de los maquis. Pues eso más o menos la película.
Muy triste, muy pobre, muy mustia, muy repetitiva, muy oscura, muy tosca, pedestre, obvia, pesada... Y menos mal que hay oficio y tablas y un buen hacer general de los actores (sobre todo la Sampietro, los jóvenes flojean más).
Es como un inmenso y agotador vodevil repleto de tragedias y primeros planos dolientes. Como si estuvieran atrapados en "El ángel exterminador" de Buñuel, sí, aquellos que no podían salir de la habitación; aquí la única que entra y sale es Lucía; esa es la película en verdad, una chica que llega y una chica que se va, el resto es pomposo sermoneo reiterado sobre lo mismo de siempre, sobre los muy malos franquistas y los muy buenos rojos (aunque si somos justos hay que decir que trata de ser más compleja y lo consigue, ya que hay personajes intermedios y las fronteras no están tan claras, en resumen, que es menos maniquea de lo que claramente prometía a primera vista).
Al final, quizás se puede ver como una obra ominosa sobre el absurdo, el sinsentido llevado al paroxismo; con unos guerreros montañeses ensimismados en su delirio suicida y cobarde, y unos fascistas engorrinados en su barbarie rutinaria, que, llegado un momento, casi podrían intercambiar sus papeles (exagero un poco) y nadie notaría la diferencia.
Aunque la tesis más ajustada vendría a decir que los maquis, aun teniendo toda la razón del mundo y siendo muy hermosa su lucha, se equivocaron al insistir y obcecarse tanto, al no saber ver que no había futuro, al condenar a sus familias al ostracismo y el dolor, al ser tan obtusos. En su descargo hay que señalar que aguantaron con la (ilusa) esperanza de que los aliados, una vez ganada la guerra, les ayudaran a echar a Franco, santos inocentes.
Plúmbea y demasiado larga. Lo mismo con media hora menos (el conflicto queda explicado rápidamente, el resto es un inútil dar vueltas a lo mismo una y otra vez) y un poco más de vida (tanto tremendismo ahoga la historia, suena a gesto forzado, a un desmedido afán por adensar y enfatizar un material que no lo requería, por subrayar hechos que hablan por sí solos, sin necesidad de vocearlos -aunque sea con susurros agónicos) hubiese estado mucho mejor.