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Voto de Ferdydurke:
6
7,3
1 805
Drama
"No robarás": Ania, que tiene seis años, es hija de Majka, pero ha crecido creyendo que su madre es Ewa, la madre de Majka, es decir, su abuela. Séptimo de los diez mediometrajes que constituyen el llamado "Decálogo" y que están inspirados en los Diez Mandamientos (Kieslowski los llama "mandamientos sin moral"). (FILMAFFINITY)
16 de noviembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abracadabra.
Un nudo gordiano imposible de deshacer salvo que cortes por lo sano con grandes tijeras de jardinero y te lleves a alguien por delante, a todos.
La retorcida puta vida que se intrinca y enreda de tal cruel forma que al final no hay salida posible o mínimamente buena de tan jodido lío, laberinto/jeroglífico, trampa para cazar ratones, todo es pena, quebranto, crujir de dientes.
Ella cometió un error a una edad demasiado temprana, se dejó llevar, y ya perdió su vida, o se la robaron, o ambos casos simultáneamente, para siempre, se fue al traste o garete, se convirtió en un simple apéndice, en un estrambote, un a pie de página borroso apunte, a expensas de los demás, casi sin nombre ni existencia cierta, en una estatua de sal.
Y los de alrededor no tan mal, pero igual, medio descalabrados/deshilachados, en falso, tanto los hombres que aquí tienen menos peso y fuerza que ellas, están a remolque, son más débiles o cobardes, filfa, como las mujeres, esa madre e hija en permanente guerra primero más soterrada, después a tumba abierta, con la hija más pequeña como final víctima de todos los errores de los demás, la que acabará pagando el pato en el futuro, seguro, descoyuntada, partida, gritando como loca por las noches o en sueños/pesadillas al sentirse en fuera de juego, que algo no encaja, que la realidad es ya, se presenta desde primera hora de la mañana como una grotesca farsa, todos sus cuidadores o familiares son nada más que fantoches, malos actores, payasos subcontratados.
La historia es sencilla y clara a la vez que en el poco fondo de una complejidad endemoniada ya que todos tienen sus buenas razones, no hay buenos ni malos, ni culpables ni inocentes, todos van a lo suyo descaradamente con sus motivos, tan humanos y fallidos.
En cierta forma, es el recorrido de un suicida, como el de la película de Malle, el fuego fatuo, de una despedida, de una persona que se siente acorralada y perdida y busca ayuda, la escapada definitiva, y que, por supuesto, no la encuentra, todos le fallan, ella a sí misma la primera, por su falta de sustancia, por su total inconsistencia y poca alma.
No hay solución, hagan lo que hagan va a haber damnificados, habrá que mutilar algún miembro del cuerpo enfermo antes de que la gangrena todavía más se extienda y sea ya demasiado tarde.
Sencillez y delicadeza, observación minuciosa y vidriosa.
Un nudo gordiano imposible de deshacer salvo que cortes por lo sano con grandes tijeras de jardinero y te lleves a alguien por delante, a todos.
La retorcida puta vida que se intrinca y enreda de tal cruel forma que al final no hay salida posible o mínimamente buena de tan jodido lío, laberinto/jeroglífico, trampa para cazar ratones, todo es pena, quebranto, crujir de dientes.
Ella cometió un error a una edad demasiado temprana, se dejó llevar, y ya perdió su vida, o se la robaron, o ambos casos simultáneamente, para siempre, se fue al traste o garete, se convirtió en un simple apéndice, en un estrambote, un a pie de página borroso apunte, a expensas de los demás, casi sin nombre ni existencia cierta, en una estatua de sal.
Y los de alrededor no tan mal, pero igual, medio descalabrados/deshilachados, en falso, tanto los hombres que aquí tienen menos peso y fuerza que ellas, están a remolque, son más débiles o cobardes, filfa, como las mujeres, esa madre e hija en permanente guerra primero más soterrada, después a tumba abierta, con la hija más pequeña como final víctima de todos los errores de los demás, la que acabará pagando el pato en el futuro, seguro, descoyuntada, partida, gritando como loca por las noches o en sueños/pesadillas al sentirse en fuera de juego, que algo no encaja, que la realidad es ya, se presenta desde primera hora de la mañana como una grotesca farsa, todos sus cuidadores o familiares son nada más que fantoches, malos actores, payasos subcontratados.
La historia es sencilla y clara a la vez que en el poco fondo de una complejidad endemoniada ya que todos tienen sus buenas razones, no hay buenos ni malos, ni culpables ni inocentes, todos van a lo suyo descaradamente con sus motivos, tan humanos y fallidos.
En cierta forma, es el recorrido de un suicida, como el de la película de Malle, el fuego fatuo, de una despedida, de una persona que se siente acorralada y perdida y busca ayuda, la escapada definitiva, y que, por supuesto, no la encuentra, todos le fallan, ella a sí misma la primera, por su falta de sustancia, por su total inconsistencia y poca alma.
No hay solución, hagan lo que hagan va a haber damnificados, habrá que mutilar algún miembro del cuerpo enfermo antes de que la gangrena todavía más se extienda y sea ya demasiado tarde.
Sencillez y delicadeza, observación minuciosa y vidriosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Aquí Kieslowski nos hace una pequeña jugarreta, nos hacer ver/creer que va a haber suicidio más parricidio, mueve el espacio tiempo y cuando vuelve aquí no ha pasado nada, ha cambiado, se supone, de opinión la joven, falsa alarma, nos temimos lo peor, broma macabra, apariencia malsana, jugar con fuego y con nosotros, una perdonable e innecesaria puñalada trapera de guion no muy digna teniendo en cuenta la gran altura de miras de quien la realiza.
Y parece que también perpetra una mal y esquinado chiste, tal vez demasiado obvio, al atribuir al cagón del padre de la criatura el oficio ese de los ositos de peluche, a falta de hija verdadera a la que no quieres o, por lo menos, de ella nada te preocupas, años sin saber ni preguntar, buenos son los animales muñecos esos, sustitución chusca, Freud ha montado en esta historia su de verano gran campamento.
El otro padre o más bien abuelo es un calzonazos que se hace a un lado y que no quiere saber nada de problemas, se lava las manos como poncio pilatos en la lucha materno filial aunque siempre tire más por la madre, va con el poder, personaje de aúpa, a tremenda villana apunta, de cuento bruja piruja y ladrona de almas y niñas que, por ese lado se entiende, se hizo cargo del asunto al principio por pura necesidad, pero que luego ya para sí se la quiso quedar nada más, no ceder ni mucho compartir o soltar. Y la chica protagonista nos la muestran como levemente desequilibrada y caprichosa e inconsciente y pueril e impulsiva y egoísta y desmadejada y sin chicha ni criterio, al albur de los acontecimientos, improvisando malamente la mayor parte del tiempo, lo intenta tontamente con el padre de la niña que la rechaza de plano, de pleno y abúlico derecho, y con su madre que medio medio y al final nada de nada, dando tumbos, ni niño ni río, ni muerte ni vida, huye de todo, de sí misma, y no sabe bien hacia dónde, a ninguna parte, mal presagio, horrible destino, aunque le demos el beneficio de la duda y esperamos/deseamos que tal vez sea capaz de empezar de medio cero sola y ser algo o alguien por fin en alguna parte.
Y la niña lo tiene un poco más claro, sabe quien es su verdadera madre, la postiza, claro, la que de ella de verdad todos los días se ocupa, por eso no acepta el cambio de papeles que le ofrece Majka y por eso se va pitando con la más vieja en cuanto la ve aparecer al final, pero también entiende posteriormente que está perdiendo a la otra, a la biológica, y reacciona, tampoco le gusta eso ni un pelo, algo siente que se rompe definitivamente, que le falta o falla o trunca irremediablemente, por eso corre, no es nada tonta la tan precozmente torturada pequeña elementa, la santa inocente parece que huérfana definitivamente.
Quizás sean excesivos meandros y recovecos psicológico morales embutidos en tan pocos minutos de metraje y tal vez eso implique cierta superficialidad en algunos sentidos, esquematismo, pero la inteligencia y hondura siempre están presentes en la mirada de este pequeño genio polaco.
Y como contexto la hipocresía social familiar y la corrupción, para variar, médico oficial.
Y parece que también perpetra una mal y esquinado chiste, tal vez demasiado obvio, al atribuir al cagón del padre de la criatura el oficio ese de los ositos de peluche, a falta de hija verdadera a la que no quieres o, por lo menos, de ella nada te preocupas, años sin saber ni preguntar, buenos son los animales muñecos esos, sustitución chusca, Freud ha montado en esta historia su de verano gran campamento.
El otro padre o más bien abuelo es un calzonazos que se hace a un lado y que no quiere saber nada de problemas, se lava las manos como poncio pilatos en la lucha materno filial aunque siempre tire más por la madre, va con el poder, personaje de aúpa, a tremenda villana apunta, de cuento bruja piruja y ladrona de almas y niñas que, por ese lado se entiende, se hizo cargo del asunto al principio por pura necesidad, pero que luego ya para sí se la quiso quedar nada más, no ceder ni mucho compartir o soltar. Y la chica protagonista nos la muestran como levemente desequilibrada y caprichosa e inconsciente y pueril e impulsiva y egoísta y desmadejada y sin chicha ni criterio, al albur de los acontecimientos, improvisando malamente la mayor parte del tiempo, lo intenta tontamente con el padre de la niña que la rechaza de plano, de pleno y abúlico derecho, y con su madre que medio medio y al final nada de nada, dando tumbos, ni niño ni río, ni muerte ni vida, huye de todo, de sí misma, y no sabe bien hacia dónde, a ninguna parte, mal presagio, horrible destino, aunque le demos el beneficio de la duda y esperamos/deseamos que tal vez sea capaz de empezar de medio cero sola y ser algo o alguien por fin en alguna parte.
Y la niña lo tiene un poco más claro, sabe quien es su verdadera madre, la postiza, claro, la que de ella de verdad todos los días se ocupa, por eso no acepta el cambio de papeles que le ofrece Majka y por eso se va pitando con la más vieja en cuanto la ve aparecer al final, pero también entiende posteriormente que está perdiendo a la otra, a la biológica, y reacciona, tampoco le gusta eso ni un pelo, algo siente que se rompe definitivamente, que le falta o falla o trunca irremediablemente, por eso corre, no es nada tonta la tan precozmente torturada pequeña elementa, la santa inocente parece que huérfana definitivamente.
Quizás sean excesivos meandros y recovecos psicológico morales embutidos en tan pocos minutos de metraje y tal vez eso implique cierta superficialidad en algunos sentidos, esquematismo, pero la inteligencia y hondura siempre están presentes en la mirada de este pequeño genio polaco.
Y como contexto la hipocresía social familiar y la corrupción, para variar, médico oficial.