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Voto de Ferdydurke:
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Drama
Tras haber luchado en la Primera Guerra Carlista, Martín vuelve a su caserío familiar en Guipúzcoa y allí descubre con sorpresa que su hermano menor, Joaquín, es mucho más alto de lo normal. Convencido de que todo el mundo querrá pagar por ver al hombre más grande sobre la Tierra, ambos hermanos se embarcan en un largo viaje por Europa en el que la ambición, el dinero y la fama cambiarán para siempre el destino de la familia. Una ... [+]
13 de noviembre de 2017
11 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aires de funeral, tétrica, solemne, una historia de fantasmas o conjunto de muertos en limbo perdido. Tenebrismo poético, anquilosado, fósil, de huesos desnudos y carne que se pudre.
Narración exangüe, sin continuidad, fragmentada y anodina, con una ilación puramente nominal, sin alma, con más querencia por los símbolos y las ideas esquemáticas que por la verdadera creación de personajes con vida y situaciones con fuste y sustancia.
Carcasa vacía, cementerio marino, museo de reliquias perdidas en el azar más negro de la historia y el tiempo. Suma de estampas rígidas, geriátricas, escleróticas.
La realidad como un infierno enfermo, fútil, pero no de los volcánicos y pletóricos de orgías depravadas llenos, ese de los cuernos, los rabos, el azufre, la algarabía horrísona y los muchos grados centígrados que me muero. No. Este moridero trascendente es agonía gélida, tedio pavoroso, pírrico páramo, un apagado gris opaco, tenue, duermevela de difuntos en procesión bamboleante hacia la nada.
El meollo nos dicen que está en la fractura entre dos épocas, ese hueco, agujero gigantesco que queda entre el Antiguo Régimen y el Nuevo, Carlismo versus Liberalismo. En dos hermanos (¿o no son en verdad los dos el mismo, el que se queda y el que se va, dos brazos del mismo tronco, dos elecciones que son igual condena, inevitable tragedia?) que las representan (sin, los dos pobres diablos, adherirse a ningún movimiento o ideología, superestructuras que les exceden y no comprenden, que les zarandean como emisarios, vientos huracanados y ponzoñosos, de unas fuerzas que sienten ajenas y extrañas, invasoras e inexplicables. Por ello, esta no es una película que se apunte a ningún carro o grupo, trata de ir más allá y más adentro, a las entrañas del hombre, a los mitos originales) y con unos cambios, los de la misma vida que todo lo trastoca, implacables, crueles, ciegos.
No hay salida en este purgatorio. Si te quedas y permaneces fiel, igual a lo tuyo, te conviertes en un monstruo. Si te vas y te adaptas a los tiempos para poder sobrevivir, en un miserable. Las esencias, la tierra, lo inocente y virginal (también con su pobreza, penuria y pequeñez añadidas; aquí no se idealiza ningún aspecto, tampoco el terruño y la casa materna) ya no tienen cabida en el nuevo mundo, son los diferentes aspectos de un engendro deforme que causa curiosidad malsana, suave horror, morbo grueso entre las gentes, entre los de la clase alta y también entre los más pobres.
Y tú, el hermano mayor, tienes que traficar con esa carne tuya, sangre de tu sangre, con ese pasado que ya no reconoces y del que te avergüenzas. Te has transformado en un feriante degradado, en un explotador de tu propia especie, y todo, para salir adelante, para seguir en movimiento, perpetuo, sin poder pararte, traidor a tu suerte.
Un mundo desolado, inhóspito, de imposible comunicación y muy necio amor. El Dios dinero que todo lo rige, y puede, y el dolor, la angustia sorda y deprimente que todo de ceniza lo cubre.
Narración exangüe, sin continuidad, fragmentada y anodina, con una ilación puramente nominal, sin alma, con más querencia por los símbolos y las ideas esquemáticas que por la verdadera creación de personajes con vida y situaciones con fuste y sustancia.
Carcasa vacía, cementerio marino, museo de reliquias perdidas en el azar más negro de la historia y el tiempo. Suma de estampas rígidas, geriátricas, escleróticas.
La realidad como un infierno enfermo, fútil, pero no de los volcánicos y pletóricos de orgías depravadas llenos, ese de los cuernos, los rabos, el azufre, la algarabía horrísona y los muchos grados centígrados que me muero. No. Este moridero trascendente es agonía gélida, tedio pavoroso, pírrico páramo, un apagado gris opaco, tenue, duermevela de difuntos en procesión bamboleante hacia la nada.
El meollo nos dicen que está en la fractura entre dos épocas, ese hueco, agujero gigantesco que queda entre el Antiguo Régimen y el Nuevo, Carlismo versus Liberalismo. En dos hermanos (¿o no son en verdad los dos el mismo, el que se queda y el que se va, dos brazos del mismo tronco, dos elecciones que son igual condena, inevitable tragedia?) que las representan (sin, los dos pobres diablos, adherirse a ningún movimiento o ideología, superestructuras que les exceden y no comprenden, que les zarandean como emisarios, vientos huracanados y ponzoñosos, de unas fuerzas que sienten ajenas y extrañas, invasoras e inexplicables. Por ello, esta no es una película que se apunte a ningún carro o grupo, trata de ir más allá y más adentro, a las entrañas del hombre, a los mitos originales) y con unos cambios, los de la misma vida que todo lo trastoca, implacables, crueles, ciegos.
No hay salida en este purgatorio. Si te quedas y permaneces fiel, igual a lo tuyo, te conviertes en un monstruo. Si te vas y te adaptas a los tiempos para poder sobrevivir, en un miserable. Las esencias, la tierra, lo inocente y virginal (también con su pobreza, penuria y pequeñez añadidas; aquí no se idealiza ningún aspecto, tampoco el terruño y la casa materna) ya no tienen cabida en el nuevo mundo, son los diferentes aspectos de un engendro deforme que causa curiosidad malsana, suave horror, morbo grueso entre las gentes, entre los de la clase alta y también entre los más pobres.
Y tú, el hermano mayor, tienes que traficar con esa carne tuya, sangre de tu sangre, con ese pasado que ya no reconoces y del que te avergüenzas. Te has transformado en un feriante degradado, en un explotador de tu propia especie, y todo, para salir adelante, para seguir en movimiento, perpetuo, sin poder pararte, traidor a tu suerte.
Un mundo desolado, inhóspito, de imposible comunicación y muy necio amor. El Dios dinero que todo lo rige, y puede, y el dolor, la angustia sorda y deprimente que todo de ceniza lo cubre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Unamuno y su amor por los hermanos enfrentados, Espronceda desesperado* o el romanticismo mortuorio aquí un tanto desmayado, Larra, Lynch, un Kafka de medio pelo, adelgazado, un artista del hambre sien embargo algo ha engordado, una tortuosa vuelta a las raíces, eso sí, cosa buena, sin sermones, mensajes ni moralejas, una tradición imaginada por mil influencias de todos los orígenes, recreada, apelmazada, empastada, con más ganas de ser comentada que de una visión placentera o inspirada.
Ya decíamos que no hay esperanza ni consuelo. Solo nos queda cierta generosidad de ultratumba, cierta fraternidad a última hora. Con tráfico de huesos en la trastienda de Inglaterra. En tumbas revueltas y mucha pena.
*Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despejada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y solo se vislumbre
la muerte en derredor.
Ya decíamos que no hay esperanza ni consuelo. Solo nos queda cierta generosidad de ultratumba, cierta fraternidad a última hora. Con tráfico de huesos en la trastienda de Inglaterra. En tumbas revueltas y mucha pena.
*Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despejada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y solo se vislumbre
la muerte en derredor.