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Voto de Ferdydurke:
3
6,2
5 300
Drama
Narra la historia de Srinivasa Ramanujan, un matemático indio que hizo importantes contribuciones al mundo de las matemáticas como la teoría de los números, las series y las fracciones continuas. Con su arduo trabajo, Srinivasa consiguió entrar en la Universidad de Cambridge durante la Primera Guerra Mundial, donde continuó trabajando en sus teorías con la ayuda del profesor británico G. H. Hardy, a pesar de todos los impedimentos que ... [+]
3 de junio de 2016
14 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película, o Ramanujan el genio, viene a decir algo así: Dios es la vida, el universo entero, y se expresa a través de una forma, de hecho, él ama la forma, los patrones, las series, esa belleza inmensa que organiza el caos, la danza mágica de los números.
Bueno, pues se trata de hablar con Dios, si lo logras, si lo escuchas, si eres capaz, los números, ese código secreto, se te abrirán para ti, te hablarán, te cantarán, te bailarán, se te ofrecerán como una inmensa y acogedora vagina llena de húmeda sabiduría y sabrosa esperanza. Poco más o menos.
Y el caso es que el bueno de Ramanujan, Gunga Din para los felones y racistas y zoquetes y clasistas y estirados y ridículos profesores*, no todos, obviamente, y enemigos, tiene comunicación directa con Namagiri, su Diosa hindú particular, y ella le cuenta lo arriba citado con todo lujo de detalles, los misterios arcanos del ser y el existir. Por eso es un visionario, y un gurú y un médium de la ciencia. Él es el hombre que charlaba con la Diosa, que copulaba matemáticamente con ella, y juntos los dos erotizaban el mundo con su baile divino y numérico. Algo así.
Y hay una confrontación cariñosa, como padre solterón con hijo peliagudo, como profesor venerable con alumno rebelde, entre el ateo Hardy-Irons (no se parecen mucho precisamente el veterano Jeremy y su inspiración real, aunque a este actor inglés siempre sea agradable verle) y el indio indescifrable, el escéptico frente al creyente, razón versus fe o del intento de domesticar mediante demostraciones, pruebas y explicaciones las intuiciones deslumbrantes del extranjero, lo mismo que quizás, si nos ponemos muy exquisitos, metafóricos y comprensivos, trató infructuosamente de hacer el imperio británico con la India durante la época colonial.
Lo malo, y aburrido y penoso, es que esta película es un infierno de blandura acartonada y académicamente soporífera. Un pestiño de dimensiones infinitas; de un simplista, amañado y melodramático que mata todo lo que de poderoso y original tiene el protagonista, de novedoso y arriesgado. Aquí es justo lo contrario, personajes huecos y maniqueos, cuitas folletinescas**, psicología charcutera, diálogos mansos y plúmbeos y, lo peor seguramente, una aproximación a las matemáticas, y a Ramanujan como consecuencia, terriblemente superficial y boba, groseramente banal.
Bueno, pues se trata de hablar con Dios, si lo logras, si lo escuchas, si eres capaz, los números, ese código secreto, se te abrirán para ti, te hablarán, te cantarán, te bailarán, se te ofrecerán como una inmensa y acogedora vagina llena de húmeda sabiduría y sabrosa esperanza. Poco más o menos.
Y el caso es que el bueno de Ramanujan, Gunga Din para los felones y racistas y zoquetes y clasistas y estirados y ridículos profesores*, no todos, obviamente, y enemigos, tiene comunicación directa con Namagiri, su Diosa hindú particular, y ella le cuenta lo arriba citado con todo lujo de detalles, los misterios arcanos del ser y el existir. Por eso es un visionario, y un gurú y un médium de la ciencia. Él es el hombre que charlaba con la Diosa, que copulaba matemáticamente con ella, y juntos los dos erotizaban el mundo con su baile divino y numérico. Algo así.
Y hay una confrontación cariñosa, como padre solterón con hijo peliagudo, como profesor venerable con alumno rebelde, entre el ateo Hardy-Irons (no se parecen mucho precisamente el veterano Jeremy y su inspiración real, aunque a este actor inglés siempre sea agradable verle) y el indio indescifrable, el escéptico frente al creyente, razón versus fe o del intento de domesticar mediante demostraciones, pruebas y explicaciones las intuiciones deslumbrantes del extranjero, lo mismo que quizás, si nos ponemos muy exquisitos, metafóricos y comprensivos, trató infructuosamente de hacer el imperio británico con la India durante la época colonial.
Lo malo, y aburrido y penoso, es que esta película es un infierno de blandura acartonada y académicamente soporífera. Un pestiño de dimensiones infinitas; de un simplista, amañado y melodramático que mata todo lo que de poderoso y original tiene el protagonista, de novedoso y arriesgado. Aquí es justo lo contrario, personajes huecos y maniqueos, cuitas folletinescas**, psicología charcutera, diálogos mansos y plúmbeos y, lo peor seguramente, una aproximación a las matemáticas, y a Ramanujan como consecuencia, terriblemente superficial y boba, groseramente banal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
* Hay que ver qué plantel, qué panorama pavoroso de entre lo mejor de la inteligencia inglesa. Y el pobre hombre matándose por entrar en esa lastimera Real Sociedad.
** Esa madre como reina mala, esa mujer como Blanca Nieves hermosa y oscura, y todo el jaleo ignominioso de las cartas y los amores transoceánicos es cosa fina, no hay partición melosa o decimal de Pi azucarado que lo superen.
Volvimos a tropezar con la misma piedra, a repetir el mismo adagio implacable: si en una película, por pura mala suerte, aparece, más pronto que tarde, el rótulo mefistofélico que dice, ay, qué miedo que tengo, basado en hechos reales, es seguro, no cabe lugar a la más mínima duda, que debes salir huyendo como si acabaras de ver a la muerte con la guadaña y la capa negra enfrente de tu casa mirándote con tan mala cara, sonriéndote aviesamente y guiñándote un ojo malsano, de lo contrario, Dios no lo quiera, padecerás fantasías delirantes que ni pobres niños inocentes aguantarían por ser, incluso para ellos, claramente, demasiado imposibles, falsas y tramposas.
He dicho.
Y yo no me retracto.
** Esa madre como reina mala, esa mujer como Blanca Nieves hermosa y oscura, y todo el jaleo ignominioso de las cartas y los amores transoceánicos es cosa fina, no hay partición melosa o decimal de Pi azucarado que lo superen.
Volvimos a tropezar con la misma piedra, a repetir el mismo adagio implacable: si en una película, por pura mala suerte, aparece, más pronto que tarde, el rótulo mefistofélico que dice, ay, qué miedo que tengo, basado en hechos reales, es seguro, no cabe lugar a la más mínima duda, que debes salir huyendo como si acabaras de ver a la muerte con la guadaña y la capa negra enfrente de tu casa mirándote con tan mala cara, sonriéndote aviesamente y guiñándote un ojo malsano, de lo contrario, Dios no lo quiera, padecerás fantasías delirantes que ni pobres niños inocentes aguantarían por ser, incluso para ellos, claramente, demasiado imposibles, falsas y tramposas.
He dicho.
Y yo no me retracto.