Media votos
4,3
Votos
2 820
Críticas
2 819
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
4
6,5
4 310
Musical. Drama. Romance
En un pueblo de la Europa Oriental de principios del siglo XX, la joven judía Yentl Mendel, hija de un rabino viudo que enseña el Talmud a los jóvenes locales, se hace pasar por varón para estudiar en una escuela reservada para hombres. Pero los problemas aparecerán cuando se enamora de otro estudiante, Avigdor, que no sabe que es una mujer. (FILMAFFINITY)
5 de marzo de 2024
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Talmud y el alma de la cabra.
Estupor y temblores.
Muermo importante insustancial insulso pueril extremadamente alargado y obsesivamente mirado en el espejo de su tan vanidosa autora (pareciera uno de aquellos programas de Punset en el que le veías en el plató asistir/contemplar/observar extasiado, maravillado, sorprendido, entusiasmado, arrobado vídeos en gran pantalla en los que salía, tan casualmente, precisamente él mismo entrevistando a alguien en inglés y siendo traducido al español, a no que imagináis por quién, por ese, sí, por él otra vez, uno y trino o, ya de paso, octogonal, para a posteriori comentar lo que él había preguntado y traducido y a su vez, aprovechar, para hacer una pregunta infinita a la persona que había invitado para tan gran ocasión a la que la cortaba si hablaba dos o tres segundos o no decía lo que tenía que decir o había dicho ya él, y aquí la Barbra se canta a sí misma para explicarse a sí misma mientras se intercala así misma mientras está hablando con alguien al que no se le escucha porque es preciso escucharla a ella y verla a ella y saber lo que piensa ella y cómo es ella y cómo se siente canta en cada momento ella, cómo ser la Streisand, modesta, discreta, pudorosa, tímida, nada egocéntrica, como que parece que algo tal vez se gusta y se lo guisa y se lo come, ella, mientras se mira, se escucha se oye se barrunta se imagina se deduce se traduce..., ecos, espejos, oye, dime, espejito, espejito, quién es la más bonita, la más lista, la que mejor canta, dirige, interpreta, escribe, produce, es, ale, erre que erre) que hace (más allá de ella que ya) una oda (a lo que más le gusta aparte de ella que ya) a tumba abierta a... los hombres a los que tanto ama, desea, admira, imita, copia y quiere, un canto apasionado arrebatado sentido fascinado hipnotizado titilante balbuciente babeante a su mundo, a sus ropas, a sus costumbres, a sus objetos, a sus hábitos, a sus libros, a sus cuerpos, a su sexo, alma, a su espíritu (Papa, Papa, Papa, canta desconsolada, te quiero, te añoro, te quiero, no Mama, ni está ni se la espera, sí, amigo, te quiero, Avigdor, te amo, te adoro, te deseo, no Hadass... ), a su todo (me lo quedo yo, para mí sola), película hombreriega, castamente ninfómana, obsesa, monotema, heladamente salida, en la que el hombre es Dios, el tótem, el alfa y el omega, de la a a la zeta, hasta las raspas, lo es todo y más y la... mujer o mujeres, por contraparte o contraste,... nada, un cero a la izquierda, patatero, y menos, nos/le (a ella) interesa una mierda lo que hacen (nada que valga la pena) o de lo que (no) piensan o imaginan (tan poco), sueñan (apenas), etcétera, nos/le aburren (soberanamente, a muerte), nada (de lo suyo) nos/le parece (realmente) apreciable, motivo por el cual las mujeres que aparecen una de dos, o quieren ser directamente hombres (hoy se/las operaría/troncharía/trincharía -como un pavo de navidad o mejor de acción, corte y confección, horror, de... gracias- a modo por un módico precio y asunto arreglado, aquí paz y después gloria) o solo viven para complacerles y colmarles, en ese sentido, por tanto, maniquea, parcial, muy sesgada, cómo se nota (demasiado) que la ha hecho una mujer (de rompe y rasga), canta, es evidente (una mirada rabiosamente femenina, y seguramente feminista, revolucionaria, por eso tanta hostia y tanto premio y reconocimiento, como Dios o el Talmud manda, la Torá igualmente).
Estupor y temblores.
Muermo importante insustancial insulso pueril extremadamente alargado y obsesivamente mirado en el espejo de su tan vanidosa autora (pareciera uno de aquellos programas de Punset en el que le veías en el plató asistir/contemplar/observar extasiado, maravillado, sorprendido, entusiasmado, arrobado vídeos en gran pantalla en los que salía, tan casualmente, precisamente él mismo entrevistando a alguien en inglés y siendo traducido al español, a no que imagináis por quién, por ese, sí, por él otra vez, uno y trino o, ya de paso, octogonal, para a posteriori comentar lo que él había preguntado y traducido y a su vez, aprovechar, para hacer una pregunta infinita a la persona que había invitado para tan gran ocasión a la que la cortaba si hablaba dos o tres segundos o no decía lo que tenía que decir o había dicho ya él, y aquí la Barbra se canta a sí misma para explicarse a sí misma mientras se intercala así misma mientras está hablando con alguien al que no se le escucha porque es preciso escucharla a ella y verla a ella y saber lo que piensa ella y cómo es ella y cómo se siente canta en cada momento ella, cómo ser la Streisand, modesta, discreta, pudorosa, tímida, nada egocéntrica, como que parece que algo tal vez se gusta y se lo guisa y se lo come, ella, mientras se mira, se escucha se oye se barrunta se imagina se deduce se traduce..., ecos, espejos, oye, dime, espejito, espejito, quién es la más bonita, la más lista, la que mejor canta, dirige, interpreta, escribe, produce, es, ale, erre que erre) que hace (más allá de ella que ya) una oda (a lo que más le gusta aparte de ella que ya) a tumba abierta a... los hombres a los que tanto ama, desea, admira, imita, copia y quiere, un canto apasionado arrebatado sentido fascinado hipnotizado titilante balbuciente babeante a su mundo, a sus ropas, a sus costumbres, a sus objetos, a sus hábitos, a sus libros, a sus cuerpos, a su sexo, alma, a su espíritu (Papa, Papa, Papa, canta desconsolada, te quiero, te añoro, te quiero, no Mama, ni está ni se la espera, sí, amigo, te quiero, Avigdor, te amo, te adoro, te deseo, no Hadass... ), a su todo (me lo quedo yo, para mí sola), película hombreriega, castamente ninfómana, obsesa, monotema, heladamente salida, en la que el hombre es Dios, el tótem, el alfa y el omega, de la a a la zeta, hasta las raspas, lo es todo y más y la... mujer o mujeres, por contraparte o contraste,... nada, un cero a la izquierda, patatero, y menos, nos/le (a ella) interesa una mierda lo que hacen (nada que valga la pena) o de lo que (no) piensan o imaginan (tan poco), sueñan (apenas), etcétera, nos/le aburren (soberanamente, a muerte), nada (de lo suyo) nos/le parece (realmente) apreciable, motivo por el cual las mujeres que aparecen una de dos, o quieren ser directamente hombres (hoy se/las operaría/troncharía/trincharía -como un pavo de navidad o mejor de acción, corte y confección, horror, de... gracias- a modo por un módico precio y asunto arreglado, aquí paz y después gloria) o solo viven para complacerles y colmarles, en ese sentido, por tanto, maniquea, parcial, muy sesgada, cómo se nota (demasiado) que la ha hecho una mujer (de rompe y rasga), canta, es evidente (una mirada rabiosamente femenina, y seguramente feminista, revolucionaria, por eso tanta hostia y tanto premio y reconocimiento, como Dios o el Talmud manda, la Torá igualmente).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
No hace falta ser un lince para darse cuenta de que ella se enamora perdida y definitivamente hasta las trancas y el corvejón y el fondo de su alma cuando lo ve por fin al natural, ahí le has dado, Naked, pierde el oremus, la razón y el avío y el sentido y el conocimiento la monja alférez (Una poeta entre reclutas, la teniente O' Neil, Víctor o Victoria, Tootsie, Mrs. Doubtfire, la teniente Ripley, Hamilton, Juno) y todo se le hace agua, se nubla, se pierde, se derrite o licúa, se hace lluvia, sirimiri, se filtra o decanta y turba avería y por las paredes se sube y se vuelve un copito de nieve en una sauna para tanto hombre.
En esta película se puede ver claramente que los judíos son una raza superior, solo leen, solo debaten, solo piensan y, a la vez, no son capaces de distinguir (qué más dará, qué pereza, tócame) un hombre de una mujer, adelantados a su tiempo siempre. A la sopa boba, de hecho, aquí el milagro no es que se haga pasar por lo que no es, que sí, y que todo el mundo trague al cien por cien, no huelan a chamusquina o a podrido en Riga, sino de qué vive, del aire, todo se lo dan hecho y se lo hacen, gratis, ya decimos, otra cosa esta gente, otro nivel, superior, estudia y nada más (con cuarenta castañas que tenía la hermosa narizota ahí es nada, mirando las musarañas, pelando la pava, a la joda), insuperables, inabordables, así no hay quien pueda ni compita.
Deseo de ser judío.
La credibilidad de ella es la misma que la de la mujer barbuda haciendo de doble de cuerpo que no de cara del hombre bala, tanta, la de la Cher finita sin autotune, la de Milos Forman dirigiendo en España una teleserie sobre jóvenes..., en este caso no hace falta la suspensión de la credulidad, mejor arrancarse los ojos de cuajo y cortarse las orejas como un torero y el tacto y el olor por si acaso no digamos el gusto de haberte conocido, todo, claro.
Es una película claustrofóbica, cansina, atorrante que a pesar de ser contada con elegancia, discreción y donosura se vuelve muy pesada y plomiza por la mirada tan escueta y autocomplaciente y redundante y reduplicada y pelma aunque sea tan, aparentemente, liviana y ligera, y, claro, porque no hay por donde cogerla, lo que cuenta (y cómo lo cuenta) es demasiado plano romo en su pretendida ambigüedad, demasiado estrecho y esquemático y convencional (la elipsis, por ejemplo, que utiliza para mostrar la muerte de su padre se ve venir a kilómetros de distancia, recurso tan manido y previsible como bonito) en su supuesto aire de libertad, etcétera.
En esta película se puede ver claramente que los judíos son una raza superior, solo leen, solo debaten, solo piensan y, a la vez, no son capaces de distinguir (qué más dará, qué pereza, tócame) un hombre de una mujer, adelantados a su tiempo siempre. A la sopa boba, de hecho, aquí el milagro no es que se haga pasar por lo que no es, que sí, y que todo el mundo trague al cien por cien, no huelan a chamusquina o a podrido en Riga, sino de qué vive, del aire, todo se lo dan hecho y se lo hacen, gratis, ya decimos, otra cosa esta gente, otro nivel, superior, estudia y nada más (con cuarenta castañas que tenía la hermosa narizota ahí es nada, mirando las musarañas, pelando la pava, a la joda), insuperables, inabordables, así no hay quien pueda ni compita.
Deseo de ser judío.
La credibilidad de ella es la misma que la de la mujer barbuda haciendo de doble de cuerpo que no de cara del hombre bala, tanta, la de la Cher finita sin autotune, la de Milos Forman dirigiendo en España una teleserie sobre jóvenes..., en este caso no hace falta la suspensión de la credulidad, mejor arrancarse los ojos de cuajo y cortarse las orejas como un torero y el tacto y el olor por si acaso no digamos el gusto de haberte conocido, todo, claro.
Es una película claustrofóbica, cansina, atorrante que a pesar de ser contada con elegancia, discreción y donosura se vuelve muy pesada y plomiza por la mirada tan escueta y autocomplaciente y redundante y reduplicada y pelma aunque sea tan, aparentemente, liviana y ligera, y, claro, porque no hay por donde cogerla, lo que cuenta (y cómo lo cuenta) es demasiado plano romo en su pretendida ambigüedad, demasiado estrecho y esquemático y convencional (la elipsis, por ejemplo, que utiliza para mostrar la muerte de su padre se ve venir a kilómetros de distancia, recurso tan manido y previsible como bonito) en su supuesto aire de libertad, etcétera.