Descerebradamente majadera en su sentido más sano deportivo, la fiesta de la salchicha y de la idiotez supina, vuela vuela, voyage, voyage, por los aires salto, planeo, como una cometa, blanca paloma, milana bonita, gavilán no, galbana, quizás.
Mira mama cómo me elevo, sin manos, sin cabeza, tú me camelas, tú me camelas.
Dos andovas que son el centro de este universo mismo jacarandoso saleroso y a su alrededor o vera giran unos cuantos penosos masculinos prospectos, de alcornoque pedazos, paquetes, con Wesley como el definitivo sol negro.
Una constelación de estrellas. Por supuesto.
Y la gran Grace Zabriskie casi Norma Rae y algo parecido a Ellen Burstyn en Réquiem por una pesadilla o Faye Dunaway en Chinatown, perdición de los hombres, esos rostros faces shadows ampulosas, esos pómulos pérfidos perversos malosos la novia de Chucky la cara tan lyncheana que yo la recordaba más bien por Oficial y caballero no somos nada al monte tira la cabra, ande o no ande, la gran cultura no es lo nuestro, somos de an(ona)dar, aceite carbonell, por casa a ras de suelo, eso, justo.
La protagonista más joven en cambio se me asemejaba a Brooke Shields bañándose en la fuente ojos mediante vaya a usted a saber bien por qué, misterios de la ciencia, el tipo, la cara o ese no sé qué, comme il faut, qué será será, la reina de saba, balbucea, babea.
El guion es la excusa para hacer un guion. Con eso lo digo no todo y no me mojo ni una mijita (ni siquiera un poco).
Le llamaban Bodhi o Trinidad por surcar el corazón del sueño flotando como un velero hundido hasta los cabellos sobre el tiempo del duelo oscuras flores la lengua rota del viejo que nace en aquel momento. Los bicivoladores ya lo dijeron, todo, lo empezaron primero, comenzaron, pioneros, genios, dios les guarde, en su seno de leche lleno. Antiguos patriarcas.