Salvación.
Tiene algo a favor, la alucinante aparición espectral especialmente en el mar como de los cantos de Maldoror, y dos cosas en contra, los cortes abruptos obtusos confusos saltos espacio temporales que te sacan de la historia y te lían y aturden enmarañan y te cuesta un rato volver a meterte o situarte y tener claro quién es quién otra vez, y, claro, sobre todo, la trama melodramática tan gruesa y sensiblera y exagerada y desmadrada y poco humana por increíble y tendenciosa y lacrimógena o lacrimosa bestia, amores, dolores y horrores, sacrificios, muertes y enfermedades en coyunda espantosa y estrepitosa, porque lo dice el guion, no porque nazca nada del desarrollo de los caracteres en lucha o concordia, de lo sublime a lo ridículo o lo aburrido solo hay un paso lo mismo que de lo elevado a lo más vulgar o chabacano populachero o de la metafísica y la fe y la religión a la superstición, la tergiversación y la frivolización.
Del sepia interior al azul exterior y la banda sonora es hermosa y, en general, es una bella película así a secas, si no le miras el diente o te fijas en lo que (¿no?) te cuenta, pero obvio, eso es imposible, no hay manera.