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Voto de Ferdydurke:
9
8,0
26 343
Western
Un grupo de veteranos atracadores de bancos que viven al margen de la ley y que actúan en la frontera entre los Estados Unidos y México, se ven acorralados a la vez por unos cazadores de recompensas y por el ejército mexicano. (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2014
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una fiesta. Uno de los mayores iconos, una de las películas con mayor peso (y poso), de las que más han influido, de las más salvajes y poderosas; una celebración de lo que significa este arte, banal y bello, superficial y prodigioso.
Saturado de escenas míticas, de personajes legendarios, de épica y derrota. Desde el comienzo abigarrado y brutal; niños crueles, desfile grotesco, atracadores despiadados, sabandijas esperando...; hasta uno de los más grandes finales de la historia.
Persecución y tragedia. Épica marginal masculina: putas, alcohol y violencia.
Lucha titánica entre dos héroes caídos, Holden versus Ryan; dos profesionales de verdad, personajes (¿a?)morales hasta el delirio, comparten el mismo código, los mismos valores; las circunstancias los separaron y se "aman" en la distancia. Comandan dos cuadrillas de siniestros asesinos, los primeros conservan cierta dignidad, los segundos son mercenarios memos y desgraciados, inútiles y desalmados. Comienzan peleando por el dinero americano (el gerifalte del ferrocarril como capataz infernal, representante del poder cruel) y acaban metidos en plena revolución mexicana.
"No es país para viejos", los tiempos han cambiado. Cansados y vencidos. Feos, sudorosos y cascados. No hay refinamiento ni fotografía de postal; reinan la vulgaridad y el realismo cochambroso. Feroces e infantiles, primarios y violentos; la risa como calmante y desengrasante ante tanta tensión y amenaza.
Peckinpah idealiza a sus personajes (los convierte en leyenda), pero no los ablanda ni adecenta, los disfrutamos en toda su miseria y cutrez. Es un canto a los perdedores, a los "brutos, sucios y malos", a la gente humilde, al pueblo mexicano, y, sobre todo, un canto a la amistad, a la gente que no se entrega ni se vende, que se resiste ante los que mandan (Mapache, otro símbolo de la corrupción del poder); una canción canalla, lírica y hermosa sobre los que están al margen; el canto del cisne de unos perdedores; el retrato de un gesto inútil pero significativo.
A mitad de camino entre John Ford y Sergio Leone, del cine clásico al posmoderno.
Película irregular, caótica y poco convencional, pero viva, grande en su ambigüedad y riqueza, en todos sus matices y vaivenes, en sus idas y venidas, en su trama deslavazada y contradictoria.
Saturado de escenas míticas, de personajes legendarios, de épica y derrota. Desde el comienzo abigarrado y brutal; niños crueles, desfile grotesco, atracadores despiadados, sabandijas esperando...; hasta uno de los más grandes finales de la historia.
Persecución y tragedia. Épica marginal masculina: putas, alcohol y violencia.
Lucha titánica entre dos héroes caídos, Holden versus Ryan; dos profesionales de verdad, personajes (¿a?)morales hasta el delirio, comparten el mismo código, los mismos valores; las circunstancias los separaron y se "aman" en la distancia. Comandan dos cuadrillas de siniestros asesinos, los primeros conservan cierta dignidad, los segundos son mercenarios memos y desgraciados, inútiles y desalmados. Comienzan peleando por el dinero americano (el gerifalte del ferrocarril como capataz infernal, representante del poder cruel) y acaban metidos en plena revolución mexicana.
"No es país para viejos", los tiempos han cambiado. Cansados y vencidos. Feos, sudorosos y cascados. No hay refinamiento ni fotografía de postal; reinan la vulgaridad y el realismo cochambroso. Feroces e infantiles, primarios y violentos; la risa como calmante y desengrasante ante tanta tensión y amenaza.
Peckinpah idealiza a sus personajes (los convierte en leyenda), pero no los ablanda ni adecenta, los disfrutamos en toda su miseria y cutrez. Es un canto a los perdedores, a los "brutos, sucios y malos", a la gente humilde, al pueblo mexicano, y, sobre todo, un canto a la amistad, a la gente que no se entrega ni se vende, que se resiste ante los que mandan (Mapache, otro símbolo de la corrupción del poder); una canción canalla, lírica y hermosa sobre los que están al margen; el canto del cisne de unos perdedores; el retrato de un gesto inútil pero significativo.
A mitad de camino entre John Ford y Sergio Leone, del cine clásico al posmoderno.
Película irregular, caótica y poco convencional, pero viva, grande en su ambigüedad y riqueza, en todos sus matices y vaivenes, en sus idas y venidas, en su trama deslavazada y contradictoria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El final es de un romanticismo furioso y exaltado. Orgía de la violencia y celebración de la sangre. Leone, Coppola, Tarantino...
Juntos hasta el final. Esa es su ley y moral, no abandonar nunca al amigo. Se trata de morir, a ser posible con grandeza; los tiempos han cambiado y no tienen sitio, son seres de otro tiempo, sin lugar ni sentido.
Sexo antes de la muerte. Para llegar limpios. Gente de orden se hubiera retirado a meditar o rezar, estos seres crapulosos recurren a las putas. En este grupo de héroes románticos también hay víboras sin escrúpulos; sin embargo, todos se ofrecen a la muerte con la misma generosidad, desesperación y rebeldía. Son arrastrados por los principios del mexicano (una mujer desencadena la tragedia, como Helena de Troya), esa es la excusa, no aceptar con resignación ni mansedumbre el destino, llevarse por delante a todos los indeseables que se pueda.
Todo es grandeza y emoción desde que Pike se viste en la habitación con la puta hasta que empiezan los tiros; con una sola pregunta, "¿vamos?", está todo dicho, no hace falta más; juego de miradas y sobreentendidos; el paseo y la inmolación.
Juntos hasta el final. Esa es su ley y moral, no abandonar nunca al amigo. Se trata de morir, a ser posible con grandeza; los tiempos han cambiado y no tienen sitio, son seres de otro tiempo, sin lugar ni sentido.
Sexo antes de la muerte. Para llegar limpios. Gente de orden se hubiera retirado a meditar o rezar, estos seres crapulosos recurren a las putas. En este grupo de héroes románticos también hay víboras sin escrúpulos; sin embargo, todos se ofrecen a la muerte con la misma generosidad, desesperación y rebeldía. Son arrastrados por los principios del mexicano (una mujer desencadena la tragedia, como Helena de Troya), esa es la excusa, no aceptar con resignación ni mansedumbre el destino, llevarse por delante a todos los indeseables que se pueda.
Todo es grandeza y emoción desde que Pike se viste en la habitación con la puta hasta que empiezan los tiros; con una sola pregunta, "¿vamos?", está todo dicho, no hace falta más; juego de miradas y sobreentendidos; el paseo y la inmolación.