1 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con apenas un par de variantes este comentario podría ser un calco del que realicé a la anterior cinta de Allen, "Café Society". Resumiendo: el diseño de producción y la fotografía magistral de Vittorio Storato son los auténticos protagonistas. Allen se deja llevar de la nostalgia lógica cuando ya se tiene una edad y acude a los clásicos cuando se pone dramático. Lo hizo reelaborando a Tennessee Williams con "Blues Jasmin" con sobresaliente acierto y vuelve a hacerlo ahora con Eugene O´Neill aunque esta vez partiendo de un texto propio y sin acierto. Básicamente porque Allen aunque sea un genio no es Elia Kazan o John Ford y no da en este caso con el tono que requiere la propuesta que plantea. No puede haber medias tintas. La distancia que toma Allen con la narración a cámara del personaje de Timberlake nos aleja de "las tripas" de los mismos. La dirección de actores parece dejada a su suerte. Es como si las mujeres (Winslet y Temple) se lo tomaran en serio y los hombres (Belushi y Timberlake) estuvieran relajados, exentos de la carga emocional que el libreto indudablemente lleva en esta historia de perdedores, de falsas ilusiones como la que provoca el subirse a lo más alto de la noria para no ir a ninguna parte y volver de nuevo a poner los pies en la tierra. Uno no puede menos de imaginar esta historia en blanco y negro (seguro que Storato seguía bordandolo) y con el mismo reparto principal de "El tranvia". A uno se le ponen los dientes largos del drama tan brutal que se puede llevar a las tablas con este texto, haciéndole algunos arreglillos con permiso del maestro. Allen iba mucho a Coney Island de pequeño, lo que no sabemos es si le daba por quemar todo lo que pillaba. En cualquier caso se convirtió en un incendiario magistral.
cineziete.wordpress.com
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