La directora, productora, guionista y actriz neoyorquina Desiree Akhavan (1984) de ascendencia iraní se maneja brillantemente dentro de los márgenes que conlleva el cine independiente y sigue posando su mirada sobre la identidad sexual. En este caso comparte su objetivo con “Identidad borrada” (Joel Edgerton / 2018) poniendo el foco sobre los centros privados que siguen considerando la homosexualidad como un problema de índole variada y ofrecen sus servicios, por supuesto remunerados, para que los adolescentes con este “problema” puedan ser “sanados” y devueltos al redil. La sola existencia y autorización por parte gubernamental de estos centros que proliferan en varios países pone de manifiesto cuan largo sigue siendo el camino que queda por recorrer para que la libertad sexual cobre todo su sentido como un valor y un derecho inalienable de cada individuo.

A Akhavan la cosa le ha salido más redonda que a Edgerton y el guión consigue transmitir la esencia de la novela homónima de Emily M. Danforth publicada en 2012 en que se basa si bien algunos personajes como los hermanos que llevan el centro y los compañero de Cameron merecerían un mayor desarrollo, sobre todo si tienen el potencial actoral que atesora Sasha Lane y que acabará por explotar sino se pierde en aventuras como el último “Hellboy”. Mientras tanto Grace Moretz – !como me recuerda esta chica a la gran Shelley Winter (1920-2006)!- se basta y se sobra para reflejar los deseos, dudas y certezas de una adolescente que entiende que el amor no se deja clasificar por géneros. Magnífico Owen Campbell en su monólogo desgarrador.

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