Basada en el relato corto del imprescindible Richard Matheson, “Button, Button” de 1970 y a su vez adaptada para la pequeña pantalla por Peter Medak (“Al final de la escalera”) en 1986 para la magna serie “The Twilight Zone”. Esta vez el marciano infiltrado entre nosotros llamado Richard Kelly, se enfrasca en adaptar y ampliar a su voluntad el referente literario, dándole otra dimensión, sentido y explicación, de manera fraudulenta para muchos gustos y brillante para el mío.

El director de “Donnie Darko” propone un juego de dilemas éticos y referencias a la ciencia ficción clásica mezcladas con el relato original, como “La invasión de los ladrones de cuerpos”, “Ultimátum a la Tierra” o “¿Qué sucedió entonces?”. También caben ecos a David Lynch, que me recordaron a ciertas chifladuras de “Carretera perdida” y menciones a Arthur C. Clarke con su tercera ley: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Si se entra en la propuesta, sobria, disparatada, pausada, clásica en su exposición y conspiranoica en su resolución, se llega a disfrutar notablemente.

El punto de partida es el siguiente: en 1976, a la mujer (convincente Cameron Díaz) de un joven matrimonio, se le presenta en casa un misterioso hombre desfigurado (inquietante Frank Langella) que le ofrece durante 24 horas la posibilidad de una elección. Si aprieta el botón de una caja, alguien a quien no conoce, morirá, y ellos recibirán un millón de dólares; si no, tan amigos y no hay pasta. A partir de aquí, mejor no saber nada y dejarse llevar por la paranoica derivación del texto de Matheson.

Una cosa está clara, no es un film de medias tintas. O lo amas o lo odias. A mí me atrapó por el hecho de ver una propuesta mínimamente original, arriesgada, desasosegante, fascinante y a contracorriente en el anodino panorama actual de la ciencia ficción cinematográfica. No apta para puristas de Matheson o para los que se aburrían con “La dimensión desconocida”.

El final del cuento, totalmente diferente al del film, en spoiler.