Los pocos hombres representados en la película volvemos a ser unos mierdas. El excavador le pone los cuernos a su mujer con cáncer, rehúye de su responsabilidad incitando al aborto y luego lo reintenta cediendo a su orgullo machoril y aludiendo que el hijo no es suyo. Y ojo que este es el mejor, porque al menos es de izquierdas y critica a Rajoy.

Luego está el padre de Ana, que ni aparece para defenderse. Un orangután que larga a su hija adolescente porque se ha quedado embarazada, como si estuviéramos en los años 40. Para colmo encubrió su violación para no armar un escándalo y salvaguardar su imagen en las reuniones de fachas que seguro mantendrá bajo un volcán. Además utiliza a su hija para destrozar la vida de su ex-mujer. Pero lo peor de todo es que es de derechas el muy animal.

Vamos, el único hombre con diálogo al que no se le puede criticar es al dependiente que le cambia el número a Penélope. Y menos mal que solo sale 5 segundos, porque seguro que con más tiempo nos enteramos de que apaliza inmigrantes o algo así.

Luego, hay que homosexualizar a dos heterosexuales porque sí, aunque la historia quede totalmente irreal e inconclusa. Está tan impostado que no sé bien ni qué pretende vender Almodóvar con esa trama tan gratuita.

Por supuesto, colamos a un trans sin venir a cuento, porque los cavernícolas aun no nos hemos enterado de que existe la transexualidad. Y metemos a la Ana Peleteiro también, que es muy progre la chavala. Y una camiseta feminista. Que no quede ni un solo palo que tocar del discurso.

¿Qué más? Ah! Las violaciones en grupo. Venga, pa dentro también. Qué pena que la trama necesitase forzosamente una etnia para justificar las sospechas sobre la paternidad del bebé, con lo bien que habrían quedado en la foto de los violadores tres cayetanos con polo de Ralph Lauren en un mitín de VOX...

Pero a lo que íbamos, que en el fondo la maternidad es una excusa, una historia que tenía Pedro en la recámara y que ha desempolvado como señuelo para soltar su discursito: dejar claro que hay que regodearse siempre en la miseria de la Guerra Civil, no dejar nunca de hablar de ello y siempre tener claro quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Recordad que los malos disparaban balas y los buenos disparaban amor. Los malos enterraban en cunetas y los buenos localizaban a los parientes de sus víctimas para hacerles llegar sus restos junto con una tarta de queso.

De verdad, qué mensaje más dañino para esta sociedad. Está claro que el seguir estancados en el pasado sigue siendo rentable para cierto sector, aunque a todas luces sea un lastre para la ciudadanía.

Y antes de que me digas nada, mi abuelo luchó en el bando de los "buenos" y estuvo en un campo de concentración franquista. Él supo pasar página. Quizás porque como la mayoría de combatientes, no eran ni buenos ni malos, simplemente fueron reclutados por unos u otros. Es lamentable tener que hacer esta aclaración para obtener credibilidad, pero parece que con el sentido común no es suficiente.

Den un entierro digno a sus antepasados y pasen página de una maldita vez.