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México México · México Distrito Federal
Voto de Coleccionista Visual:
8
Drama. Comedia En medio de casas de lujo, autos Grand Marquis y música de Julio Iglesias, Yuri y Menudo, Sofia (Ilse Salas) y un grupo de mujeres viven los devenires del clasismo, las buenas costumbres y las crisis económicas. (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2019
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viernes 3 de mayo, 6:00 pm, Cinéteca Nacional. «Las niñas bien», película basada en una de las publicaciones de Guadalupe Loaeza —escritora afamada por distintos medios de comunicación en México —, da claros indicios de su pertenencia a ese estrato social del cual hace crítica, al describir las preocupaciones de esas mujeres que ajenas a la realidad nacional de millones de mexicanos, intentaron perpetrarse en la opulencia.

La directora Alejandra Márquez Abella estrena una cinta distinta al fenómeno del cine mexicano actual, encasillado en las recetas del estilo comercial y opta en la adaptación del drama de una fifí en tiempos de la debacle sexenal de López Portillo en 1982, el presidente que golpeó al peso mexicano para sumir a la economía en una recesión severa a la que no todos pudieron resistir.

Con una Ilse Salas sobre la que recae el peso del drama vivido por Sofía de Garay, tan natural al momento de entrar en personaje, nos transporta a su residencia, de esas que se ubican en el Pedregal de San Ángel —una zona exclusiva al sur de la Ciudad de México— que con el transcurrir del tiempo la plusvalía no bajó, pero sí perdió renombre con la extensión de la ciudad hacia el poniente, donde gente de la misma esfera han acentuado el cinturón diferenciador de las clases dentro de la capital.

A Sofía de Garay le gusta el buen vestir, los Grand Marquiz, los tulipanes, el club, las amigas de alcurnia, las actividades veraniegas que mantengan a los niños alejados de ella, la servidumbre que no resonga, pero reniega claramente de la esencia del mexicano, de sus gustos y costumbres, no le da cabida al de «abajo» en asenso, la envidia le invade y antes de asumir los estragos de la crisis económica y por tanto matrimonial, mantendrá la soberbia y su altivez hasta que el embargo de bienes toque a su puerta.

Muy a pesar de una filmación cerrada y evitar exteriores con más elementos que necesitaran mayor inversión en la dirección de arte, los objetos y la ambientación recrean la época formidablemente. A ello se le suman elementos como el vestuario y peinados, que refuerzan el concepto de la elegancia o lo casual, donde los colores para la ocasión dan mucha información a lo largo del metraje y en función de lo que para la protagonista es buen gusto o pintoresco, según sus estándares.

La directora se logra colocar en la mira de los distribuidores y perdura en salas que ven más allá de lo insustancial que las tendencias continúan marcando para atraer espectadores a la sala con respecto a oferta nacional.
Coleccionista Visual
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