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Voto de Juan Marey:
9
Drama Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine. (FILMAFFINITY)
26 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otto Preminger fue uno de los grandes realizadores del cine norteamericano. Suya es una de las grandes cumbres del drama criminal, “Laura”, pero es que además de la película protagonizada por la inolvidable Gene Tierney, Preminger firmó otras obras no menos importantes, ‘Al borde del peligro’, ‘El rapto de Bunny Lake’, ‘Angel Face’ o ‘Tempestad sobre Washington’, son algunas joyas de su cine tan personal, siempre aspirando a una determinada perfección, son películas que permanecen incólumes al paso del tiempo dejando el sello, tan fácilmente reconocible y tan difícil de alcanzar, de las rotundas obras maestras. Otra de estas rotundas obras maestras es la película que hoy nos ocupa, ‘Anatomía de un asesinato’ que pertenece a ese subgénero de juicios, tan del gusto del espectador de casi todas las épocas.

El cine judicial es sin duda un género en el que Hollywood ha sido maestro, y clásicos del mismo hay muchos, sin duda “Anatomía de un asesinato” es uno de ellos. Bajo mi punto de vista, lo es fundamentalmente por dos razones, primero, porque las escenas que transcurren en el tribunal son un deslumbrante ejemplo de esa habilidad de Hollywood para convertir la sala de un juicio en un microcosmos con fascinantes leyes propias y en los que un caso cualquiera parece investirse, misteriosamente, de una capacidad de representación de la Justicia en su concepto más absoluto y abstracto; y segundo, porque es algo más que una película de juicios, es un hermoso canto humanista, con sus gotas adecuadas de cinismo y socarronería (sin los cuales, el humanismo, la verdad sea dicha, puede ser bastante coñazo). Es una lección de narración, de ritmo, que hace que las más de dos horas y media de metraje no pesen nunca: al contrario, no es imaginable que la película pueda ser más breve. Contiene interpretaciones imborrables, empezando por la del propio protagonista, el inolvidable James Stewart. Tiene un estupendo sentido del swing, a la medida de ese amor del personaje central por el jazz: nada menos que Duke Ellington compuso la banda sonora e incluso se avino a hacer una pequeña intervención tocando junto al protagonista. Y una profunda reflexión sobre los múltiples matices que tiene la Verdad, concepto ambiguo donde los haya, que aquí alcanza una hondura realmente sabrosa.

160 minutos de CINE con mayúsculas con la que descubrirás todas las virtudes del cine del maestro austríaco. Una película contada con sabiduría, pulso y sentido del humor, retratada en un soberbio B&N y al ritmo de una música que… ¡Menuda música!
Juan Marey
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