Pues vaya chufa, sinceramente. Tanta historia para un final tan rotundamente pésimo y anticlimático que, además, cae en lo barato.

Resulta que un par de parejas (dos hermanos con sus respectivas novias) deciden alquilar una casa donde Cristo perdió la zapatilla y así pasar un fin de semana tranquilo de desconexión. Pero, como siempre pasa en este tipo de películas, hay algo raro en tal lujoso paraje.

Si algo hemos aprendido del cine americano de terror es que debes desconfiar mucho de “booking” cuando te ofrece ir a un sitio que tiene buena pinta por un precio bastante asequible. Estos cuatro incautos van directos a la boca del lobo sin darse cuenta, pero como al espectador le caen rematadamente mal (como es mi caso) lo único que puede salvar este invento es que el final sea sorprendente y remate bien una película que sabe guardar bastante decentemente sus bazas y el clima. Sí, además, es capaz de dar su merecido a estos cuatro tontos mejor que mejor.

El problema es que, cuando llega la hora de la verdad, es una absoluta decepción. ¿Da lo que promete? Pues sí, pero a costa de tomar el pelo al espectador.

No perdáis el tiempo.

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