Allá por 1972, el mismo año en que se estrenaba ‘El Padrino’ se estrenaba un film inglés titulado ‘La Huella (Sleuth)’ dirigida por Joseph L. Mankiewicz.

A veces en el cine buscamos cosas complicadas, explosiones, tiroteos, escenas con mil extras… pues bien, ‘La Huella’ no tiene nada de eso. Mankiewicz (director de la ‘Cleopatra’ que encumbró a Elizabeth Taylor) hace de la sencillez su apuesta principal. En la película solo tendremos a dos personajes: el vanidoso prepotente Andrew Wyke (genialmente interpretado por Laurence Olivier) y el incauto pero inteligente Milo Tindle (un jovencísimo Michael Caine a la altura de Olivier). Entre ellos dos y el endiablado juego que nos propone el guión de Anthony Shaffer disfrutaremos del clásico juego del gato y el ratón llevado hasta las últimas consecuencias. El duelo interpretativo te absorbe de principio a fin y cuando te quieras dar cuenta estarás metido de lleno en la película. Cada nuevo juego atrae más que el anterior y la apuesta va creciendo hasta su desenlace final.

Toda la trama se desarrolla en una sola localización (que Mankiewicz nos mostrará en un lujoso tour): la mansión de Andrew Wyke, que es el casi el tercer personaje sobre el que se sustenta la trama, tan importante como lo son Milo & Andrew.

Kenneth Branagh (director de ‘Mucho ruido y pocas nueces’) realizó un remake en 2007 contando de nuevo con Michael Caine ahora en el papel de Olivier y Jude Law como Milo Tindle (en vez de peluquero este era actor). La película fue un fracaso, un innecesario remake (como la mayoría de ellos) debido a que, a pesar de que la película intentaba innovar en el tercer acto de la historia, acaba resultando completamente decepcionante.

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