Un día os quitaréis la venda de los ojos y comprobaréis por vosotros mismos (dándome la razón) el espejismo con el que os ha tenido engañados Meryl Streep (decente actriz, sobrevalorada) durante mucho tiempo. Hasta entonces solo me queda reivindicar por enésima vez la valía de una actriz que los tiene bien puestos: Judi Dench.

Lejos de la imagen de dura que se ha ido labrando a lo largo de los últimos años debido a la saga Bond (o la imponencia de ‘Shakespeare in love’), aquí Dench nos presenta a Philomena, una entrañable señora (un encanto, absolutamente achuchable) a la que le han robado a su hijo. Y lo encontrará aunque sea lo último que haga. Una señora que duda entre ir a ver el monumento de Lincoln o quedarse en el hotel viendo ‘Esta abuela es un peligro 2′.

A su lado un escritor venido a menos interpretado por un irreconocible Steve Coogan. Cualquiera que conozca la filmografía de este actor quedará impresionado. Sobrio y contenido, Coogan está fantástico y es una pieza clave en el mecanismo de la película. La Dench se lo podría haber comido, pero mira tú que el tío aguanta el asalto.

Si bien es cierto que Frears, su director (responsable de ‘The Queen’), podría hacer bastante más tras las cámaras (o eso parece, da la sensación de ser la película menos de él que le hemos visto) y que todo el revuelo generado con la cinta es debido a la promoción de los Weinstein, hay momentos realmente muy emotivos a lo largo de la película y otros donde las creencias de los dos personajes protagonistas chocarán (sobre todo al final) debido a que él es ateo y ella creyente. Hay un par de planos de la Dench apuntito de llorar que te encojen el corazón.

‘Philomena’ es una buena película, adorable en fondo y forma que gusta y se deja ver sin que tenga una duración excesiva. Pero es floja para un exigente nivel de los Oscars. La Dench, INMENSA.

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