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Voto de Carlos Ceballos:
10
Drama. Romance Año 1851. Ada, que es muda desde niña, acaba de enviudar. Un matrimonio concertado la obliga a dejar su Escocia natal y viajar a Nueva Zelanda, acompañada de su hija y de su piano. Allí conoce a su futuro marido, un próspero granjero que se niega a llevar a casa el piano. Abandonado en la playa, el instrumento será rescatado por un vecino que establece un extraño pacto con Ada: él la dejará usar su piano a cambio de que ella se deje tocar. (FILMAFFINITY) [+]
31 de diciembre de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El piano es una película extraordinaria, una obra maestra, y lo es para mí por la cantidad de sensaciones que me transmitió, y porque lo hizo a través de nuevas formas de lenguaje, logró que una experiencia mostrada de forma audiovisual fuera también percibida por el resto de mis sentidos.

Primero que todo, la cámara de Campion, su manera de dirigir es tan íntima, tan compleja... Con una consciencia absoluta del poder de la imagen, de que cada plano puede aportar matices a la historia, o transmitir un mensaje contundente desde el silencio (como el de su protagonista muda), y lo hace con el intrigante entorno natural neozelandés de fondo, y con poderosos actores, que hacen un equipo magistral con ella; Holly Hunter no dice una palabra en todo el film, y aun así la comprendemos totalmente, y experimentamos junto a ella una intrincada gama de sentimientos que van desde la inocencia y la alegría hasta el amor, el deseo, pasando lamentablemente por el dolor, la incomprensión, la frustración y por supuesto las ansias constantes de libertad en cada aspecto de su vida, ella es un retrato de lo que ha sufrido históricamente la mujer en las sociedades machistas; la actuación de Holly Hunter es una de las mejores la historia del cine, desde la sutileza, con cada mirada, con cada leve movimiento, parece entrar en lo más profundo de tu psique, y quedarse allí, comunicándose a través de su sola presencia.

El resto del reparto hace un trabajo a la altura de Hunter, Harvey Keitel muestra la obsesión y la vulnerabilidad en un personaje rudo, Sam Neill encarna a un hombre que va acumulando gradualmente resentimiento, y ninguno de los dos cae en estereotipos, la joven Anna Paquin (con 11 años de edad) aporta inteligencia y algo de malevolencia momentánea a la hija de la protagonista, a quien interpreta poderosamente (me recordó a la destacadísima actuación de Brooke Shields a sus 12 años en la controversial Pretty Baby de Louis Malle). La película utiliza simbolismos muy interesantes para representar la intimidad física y mental de los personajes (de la cual se hablará en los spoilers) y utiliza un elegante erotismo a través del tacto, equilibrando lo visualmente explícito con aquello más sugestivo (al estilo de Buñuel en Belle de Jour), y es impactante el poder de Jane Campion para transmitir sensaciones de la piel a través de imágenes, no solo en una sino en varias escenas, sin duda una experiencia única, indescriptible.

Finalmente, teniendo claro que los apartados técnicos están espectacularmente logrados y al servicio de la historia, pienso que la reflexión fundamental de esta obra de arte es el estudio del silencio, y de las diferentes formas de comunicación, a través de estados emocionales, de expresiones, de los solos de piano de la protagonista, de la imagen, de las sensaciones, de los lugares, de las perspectivas… aquella comunicación que no requiere palabras; aunque no digas nada, porque no quieres, o no puedes, tienes la mente y tus pensamientos y allí, eres libre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Carlos Ceballos
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