Todos sabemos (y los que no lo sepan, que tomen nota) que el sexo es mucho más satisfactorio con unos buenos preliminares. Si uno le da rodeos al asunto antes de entrar a fondo en materia, las ansias de llegar al punto culminante crecen de tal modo que dicho momento se convierte en explosivo, satisfactorio y jodidamente bueno.

"Carrie" no es una cinta sobre sexo, aunque contenga un trasfondo erótico de despertar sexual (las chicas en el vestuario, las chicas haciendo gimnasia, Carrie enjabonándose y descubriendo que le ha bajado la regla); sin embargo, el filme puede compararse con un largo preliminar, uno de los buenos: Brian de Palma nos prepara para lo que sabemos que tiene que llegar, nos mete en la atmósfera, nos desasosiega, nos inquieta, nos da impulso; intuimos lo que va a venir, y queremos que llegue y a la vez no queremos. Brian lubrica nuestras mentes con un terror soterrado, algo que se gesta, algo que cada vez se nota más y más, y que sube más y más hasta hacerse casi insostenible.

Y entonces llega el clímax. Y aunque dura poco, es intenso, vaya si lo es. Es aterradoramente fascinante cómo sucede todo en 20 minutos, cómo los hechos se precipitan en una especie de orgasmo cinematográfico que, de verdad, nadie debería perderse. Un torrente de horror que recomiendo aunque no sea fiel al libro. Lo dice una fan de Stephen King, pero es que en este caso peli y libro son dos cosas distintas, y por una vez la película consigue tener una identidad propia que hace que no surjan las comparaciones o las quejas sobre las licencias. Ambas (novela y película) son obras de arte, y ambas merecen ser tratadas por separado.