Se busca operario especializado, con amplios conocimientos en la materia y dilatada experiencia, autónomo, que aporte su propio material de trabajo y vehículo propio, que acepte contrato de mediación de empresa de trabajo temporal, callado, sumiso, que no proteste y que acepte cualquier orden de un superior aunque ello suponga un riesgo de su propia vida, así como la ejecución de las horas extras gratuitas que la empresa estime convenientes.

Se ofrece trabajo de una semana por el salario mínimo interprofesional, sin derecho a parte proporcional de pagas extras ni de vacaciones.

Aportar curriculum vitae y referencias de anteriores empresas.

Este es más o menos el planteamiento que Ken Loach nos muestra en su película de denuncia social enseñándonos a modo de documental la marcha y funcionamiento de una cuadrilla de operarios ferroviarios.

Los tiempos pasan y las mejoras laborales y sociales de los trabajadores empeoran en nombre de un progreso que se materializa exclusivamente en los beneficios que van a parar íntegramente al bolsillo de los empresarios y de los políticos a los que “contratan”.

Aparte de la denuncia social que supone el film, la película resulta poco atractiva por la ausencia de unos claros protagonistas que aporten una historia sólida y de interés convirtiéndose en su lugar en una especie de reportaje sobre el mundo laboral.