Las mentiras en un ámbito privado pueden hacer mucho daño, si se hacen públicas el daño se incrementa de forma exponencial.

Es una pena que en numerosas ocasiones los bulos se lleguen a extender como la pólvora, especialmente si es en detrimento de alguien muy conocido.

Es una gozada ver juntas a dos de las actrices más felinas y atractivas de los años 60, Audrey Hepburn con sus grandes y profundos ojos almendrados y Shirley MacLane con su sonrisa inigualable.

Lástima que el guion demasiado lineal no da mucho juego para casi dos horas de película.